Editorial

Vuelve el debate por la guerra no convencional y los “lobos solitarios”


Y volvió el terror a Europa. Ahora en el centro del poder político de Londres, donde un atacante dejó cuatro muertos y 40 heridos al atropellar con un auto a civiles sobre el puente de Westminster y apuñalar a un policía en terreno del Parlamento británico, que estaba en sesiones con la primera ministra Theresa May presente en el recinto. El atacante fue baleado por otros policías y murió en el hospital. 

Como era de esperar, a menos de un día del ataque el Estado Islámico reivindicó el atentado, lo que no es sorprendente cuando el califato está retrocediendo en la guerra de Oriente Medio y está a punto de perder una ciudad clave como Mozul. A medida que se ven acorralados recrudecen el estilo de terrorismo más difícil de detectar, el de los “lobos solitarios”: un hombre que sin antecedentes en la violencia política, un día sale, solo, confundiéndose entre los ciudadanos, y genera una masacre. En este caso, la cúpula del grupo terrorista hizo saber que se trataba de un “soldado”, hecho que tiene en vilo a toda Europa luego de los atentados que tuvieron lugar en París, Bruselas, Niza y Berlín, entre tantos. ¿Cuántos “soldados” más hay en el mundo, que a la vista de las autoridades circula como cualquier vecino? ¿Cómo poder interceptarlos antes de la tragedia? Parece que es una misión imposible y tendremos que acostumbrarnos a vivir con la posibilidad de que el de al lado sea un asesino del fundamentalismo.

Esta mecánica de atacar con móviles ya se vio en Berlín y Niza el año pasado, cuando terroristas embistieron con camiones a civiles indefensos; como ellos, el agresor de Londres prescindió de explosivos y armas de fuego. Un auto y dos cuchillos le alcanzaron para sembrar muerte y pánico en el puente más conocido de la capital, antes de chocar el auto contra las rejas del Parlamento y correr hacia los jardines. Si lo miramos desde el punto de vista de una guerra no convencional, podemos observar la precariedad de herramientas con las cuales se puede hacer tanto daño.

Cuando se bajó del móvil, el atacante entró corriendo por las puertas abiertas. Atacó a uno de los policías con lo que parecía un palo, pero en realidad lo apuñaló. Después corrió hacia la entrada de la Cámara de los Comunes que usan los parlamentarios y recorrió unos 20 metros, hasta que dos agentes de civil le dispararon.

El lugar fue estratégicamente elegido, porque cualquiera que haya ido a Londres sabe que es el lugar más visitado por turistas de todas las nacionalidades. Por eso entre los heridos hay tres escolares franceses -uno de ellos de gravedad-, dos ciudadanos rumanos y cinco surcoreanos.

La policía británica, sorprendida igual que los hombres de a pie,  pidió a los ciudadanos que enviaran a los investigadores fotos o videos que hubieran hecho durante los incidentes. También hizo un llamado a la calma y pidió que no se difundieran imágenes de los heridos. Lamentablemente el ser humano no responde bien a estas sugerencias y las redes y los medios se llenaron de fotos con las víctimas ensangrentadas y tiradas en la calle. 

El problema, decíamos, es ¿cómo detectar a estos “lobos solitarios”? Porque estamos frente a una de las policías más efectivas del mundo y sin embargo se les hizo imposible la detección de estos ataques. Aun cuando el nivel de amenaza de terrorismo en Gran Bretaña ya estaba en la categoría de “severo” y se cumplía el primer aniversario de los atentados en el aeropuerto y el subte de Bruselas, en los que murieron 32 personas.

May, a quien se evacuó de West-minster en cuestión de minutos, presidió más tarde una reunión del gabinete de seguridad nacional, integrado por asesores de seguridad, representantes de los servicios secretos y otros líderes políticos. Pero la realidad es que están bastantes desconcertados, porque todo un bagaje de preparación y eficiencia para la guerra tradicional, la de territorio y bombardeo, incluso el gran entrenamiento para combatir el IRA irlandés, no sirve para este tipo de ataques, cuya precariedad y simplicidad los vuelve harto difíciles de prevenir.

Después, como tienen una policía entrenada, a diferencia de la Argentina (donde pasan más de 20 años y aún no podemos señalar a los terroristas de los atentados a la Embajada de Israel y la Amia), a pocas horas ya saben quién ideó el ataque, quién lo perpetró y están en condiciones de contar toda la historia. Lo que no logran es prevenir el ataque.

Como afirmamos, la policía británica ya identificó al terrorista del ataque al parlamento como Kalid Massod, un británico de origen asiático, con varias causas judiciales por robos, uso de armas y una investigación por radicalización del MI5, el servicio doméstico británico. Era conocido de los servicios de inteligencia pero no se encontraba “bajo el radar” en estos días ni estaba siendo vigilado. Tampoco existían elementos para pensar que podría estar preparando un atentado terrorista.

El atacante nació en Kent y vivía desde hace poco tiempo en Birmingham, la segunda ciudad británica. Tenía 52 años. Su casa en Birmingham fue allanada durante la misma madrugada del ataque. En su expediente judicial figuran desde 1993 diferentes delitos: asalto, posesión de armas y detenciones por alteración del orden público. Pero no había sido procesado por ningún delito vinculado al terrorismo ni se le conocía su militancia. 

Si el MI5 lo investigó y no había encontrado nada que lo relacione al terrorismo es porque se trata, claramente, de un “lobo solitario” como los que hemos visto en otros atentados. Personas que sin levantar sospecha alguna, de un momento a otro, adhieren a los grupos extremistas y se transforman en bombas de tiempo humanas. Ni siquiera pueden ser considerados “durmientes” una figura que los espías de la guerra fría conocían muy bien: estos hombres de a pie, comunes, trabajadores o profesionales, que eran entrenados en países enemigos, y que quizá por años no tenían ninguna misión. Así se transformaban en confiables en sus comunidades, cuando de pronto en algún momento se conectaban con ellos y se ponían en marcha buscando el efecto sorpresa.

Este caso podría encuadrarse también en un fenómeno que si bien es más visible en Francia, también en Gran Bretaña parece estar dándose: las generaciones nativas de padres inmigrantes, que tienen la particularidad de que sus progenitores lograron una integración plena en las sociedades que los recibieron, que se muestran agradecidos con el país que los cobijó, pero la sangre de su sangre, es decir sus hijos, reeditan cicatrices del exilio y encuentran en el Estado Islámico una respuesta a sus planteos existenciales respecto de su origen y creencia. 

 

El juego ahora es mucho más complejo y los servicios de inteligencia de los países occidentales no están preparados para este tipo de ataques, más cuando provienen de ciudadanos de su propio territorio, sin antecedentes y sin haber sido entrenados en ningún lado. ¿Cómo sospechar? ¿Se terminarán retaceando libertades en la búsqueda de estos terroristas? 


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