Editorial

Un 25 por ciento de pobreza, es el pan amargo de este fin de año para muchas familias


Cuando hablamos del ingreso a una leve recesión, a suspensiones de trabajadores o vacaciones anticipadas, cuando decimos que las empresas no están reemplazando a los empleados que se jubilan, no son datos estadísticos solamente, son familias que padecen. Cuando se les pone rostro a los números de la inflación, ya no hablamos de economía, hablamos de pobreza o de indigencia, según el caso. 

Porque los números son parte de una ciencia exacta pero lo que reflejan es algo absolutamente humano: las consecuencias de las políticas que no permiten el crecimiento de amplios sectores de la población, que no pueden consumir, a veces ni lo elemental.

De acuerdo con el documento difundido y elaborado por varios desplazados de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, en el país hubo 9.752.000 personas pobres en el primer semestre de este año. Se trata de un 25,5 por ciento del total de los argentinos que viven en centros urbanos. En tanto, 2,1 millones eran indigentes -un 5,5 por ciento durante el mismo período.

Lo cierto es que el Indec, como jugando al distraído, dejó de difundir las tasas de pobreza e indigencia en el segundo semestre de 2013. Porque los números no eran halagadores para el relato. Tanto es así que se escuchó: “Hay problemas de empalme”, en boca del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, a fines de abril para justificar la ausencia de datos oficiales. Sin embargo, sin información, se animó a afirmar en septiembre pasado: “La erradicación de la pobreza ha sido abrupta”.

Es comprensible que el jefe de Gabinete haga malabares para disimular situaciones porque ese es el rol que le asignó la presidenta, pero lo que debe entender Capitanich es que con las declaraciones que le obligan a hacer, muchas veces para defender lo indefendible, es su propio capital político el que está poniendo en juego. Además de tener que soportar las burlas de la oposición, que han cambiado su sobrenombre de “Coqui” a  “Quico”, el niño tonto amigo del Chavo. No la debe estar pasando bien, porque aunque tenga un cargo importante es joven y lo está rifando todo a futuro.

Los datos relevados por los técnicos desplazados del Indec son casi iguales a los últimos difundidos por la UCA en julio pasado. Según los resultados del Barómetro de la Deuda Social Argentina, la pobreza alcanzaba a fines de 2013 a un 25,6 por ciento de la población total.

“El Gobierno ya no sólo manipula la información sino que la oculta”, lanzó la matemática y exdirectora del IPC Nacional en el Indec Marcela Almeida. De acuerdo con los cálculos de los técnicos desplazados, los resultados presentados superan, en personas, seis veces la pobreza y cuatro veces la indigencia en relación con el dato que habría dado la intervención en el Indec, según una proyección elaborada también por los desplazados. 

Es que fueron sacados de sus cargos por no prestarse al juego de “dibujar números” como pretendía el Gobierno desde que intervino el Instituto de Estadísticas y Censo. Y eso no sólo los victimiza, porque fueron desplazados injustamente, sino que saben trabajar bien y hacen sus cálculos desde afuera del ente, aguando el relato oficial.

Los técnicos indicaron que la canasta básica total que es la que mide la línea de pobreza, para el segundo trimestre del año alcanzó los 5.801pesos para un hogar tipo. En tanto, la canasta básica alimentaria que es la que calcula la indigencia, llegó en el mismo período a 2.544 pesos para una familia tipo. Para que no queden dudas, cuando hablamos de canasta alimentaria, nos referimos a gente que no puede comer todos los días, ni ellos ni sus hijos y esto sí es crudo de plantear y de asumir.

Entre el segundo semestre de 2013 y el primero de 2014 se observa una tendencia creciente tanto de pobreza como de indigencia, lo que coincide con el espiral inflacionario, incipiente recesión y suspensiones laborales. Porque todo tiene que ver con todo en la economía.

Según los cálculos de los técnicos, desde 2011 la pobreza muestra un fuerte avance. Era de 18,2 por ciento durante el segundo semestre de ese año. Alcanzó un 20,7 por ciento en el mismo semestre de 2013 y llegó ahora a un 25,5 por ciento de los habitantes. De acuerdo con el informe, la pobreza e indigencia en el Gran Buenos Aires alcanza valores similares a los que oficialmente medía y publicaba el Indec a fines de los 90. Si hacemos memoria, fue un tiempo muy difícil en términos de pobreza y en la diferencia entre los que más y los que menos ganaban. La brecha era enorme.

Es realmente preocupante que en un país rico en dones naturales, hayamos errado tanto el camino que cada etapa de los distintos gobiernos terminan ampliando los índices de pobreza y de indigencia. Todos los planes económicos que hemos atravesado, más liberales o más populistas, terminan de la misma forma. Quizá porque en nuestras políticas pendulares, la aplicación de los modelos nunca han sido completos o llevados camino al desarrollo.

Hay un dato que suma al análisis porque es el argumento oficial para justificar esta realidad adversa: los pobres de hoy, merced a planes asistenciales y demás beneficios, viven mejor que los de ayer. Pero no dejan de ser pobres. Y lo que es peor, son pobres dependientes, que necesitan del clientelismo para sostenerse y evitar caer en la indigencia. Aquí radica la gran diferencia entre populismo y progreso. 


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