Tantos políticos “profesionales” y tan pocos “vocacionales”

Ayer se producía el febril cierre de listas para los legisladores provinciales de la Segunda Sección electoral, que incluye a nuestro distrito, y para la renovación parcial de concejales y consejeros escolares de Pergamino.

En una primera mirada solo podemos ver alguna que otra cara nueva entre los postulantes al Consejo Escolar, porque son los espacios menos buscados. Sobre todo porque si no se es docente, no se cobra dieta alguna y si se ejerce como tal, se percibe el mismo salario que antes, pero dedica sus horas exclusivamente a la función pública. De modo que no se ve a muchos rasgándose las vestiduras para integrar estas nóminas. Van docentes y, en general, con comprensión de la tarea a desarrollar. Dicho esto en líneas muy generales y sabiendo que siempre hubo y habrá excepciones.

La lucha de la dirigencia pergaminense por ocupar lugares en la Legislatura provincial ha sido claramente descarnada y, hasta el cierre de esta edición, las principales figuras de nuestra ciudad no ocupaban lugares de expectativas en las nóminas de sus partidos. Esto obligará a más de uno a volver al distrito y empezar de nuevo, a bajar del pedestal y retornar a la fuente. No deja de ser educativo lo que está pasando en este plano.

Para el Concejo Deliberante todos los que se postulan buscan la reelección o están en la función pública. No hay una sola cara nueva mirando a todos los espacios, salvo cuando vamos bajando en las listas. Porque a menor posibilidad de salir electo más figuras menos conocidas se ubican. Así de simple. 

Porque, al fin, en nuestra ciudad sucede lo mismo que a nivel nacional y provincial: la política es un nicho en el cual una vez que se entra, se cierra la puerta para que otros no logren ingresar. Por eso tenemos tantos políticos “profesionales”  y tan pocos políticos “vocacionales”. 

Si miramos con atención el esquema político local, veremos con claridad que quien ocupa un lugar de poder, mayor o menor, no tiene interés en incorporar figuras a su espacio que luego puedan ocupar el lugar que hoy detenta. Porque si hay algo que se aprende en la política en la primera materia es la lucha por la supervivencia. Y eso depende de mantener el círculo de amigos bien ajustado. Las excepciones respecto de caras “nuevas” responden a búsquedas puntuales desde adentro hacia afuera de figuras traccionadoras desde lo público y numérico pero no a acercamientos desde afuera hacia adentro por un interés de involucramiento en esta actividad que, de ser gravitante y condicionante para la sociedad, pasó a ser una cofradía donde las inquietudes pasan a segundos planos. Cuánta gente conocemos en nuestros círculos sociales que, cada uno desde su actividad, sabemos que podría aportar mucho al mejoramiento de la ciudad. Sabemos de sus capacidades y preocupación pero comprendemos sus resquemores a dar el paso.

No descubrimos nada nuevo, porque en general la política es en la Argentina y en todos los países democráticos una lucha por el poder y eso, al fin, nunca es una tarea de ángeles. 

En este tema, podemos decir que con el paso de los años la democracia se ha ido degradando, ha ido adquiriendo vicios nocivos y el compromiso de quienes ocupan una banca, no siempre es el adecuado, mucho menos el esperado.

Ser concejal hace no más de 30 ó 40 años era un honor y una responsabilidad muy importante. Así lo sentían quienes accedían a sus bancas y así los visualizaban los vecinos.

Precisamente en esta misma edición, a propósito de una nota por el 51º aniversario del derrocamiento de Arturo Illia y en Pergamino del intendente Ernesto Illia, podemos observar el compromiso de aquellos concejales, su lealtad a las ideas y a los vecinos que los votaron. El presidente del Concejo era, nada menos, que Raúl Borrás, quien al asumir dijo: “Mucho es lo que espera la población de nosotros. Pesada y difícil es la tarea que nos compete, pero tengo la absoluta seguridad de que habremos de salir adelante, porque todos los miembros de este cuerpo llegan animados y con las mejores intenciones de servir a la comunidad con honradez y patriotismo”.

Eran años de golpes de Estado, pero en los interregnos democráticos, se buscaba a los mejores vecinos para vestir a la política. Y a su vez estos eran los que se acercaban a esos espacios. ¿Hoy tenemos a los mejores de entre nosotros? ¿Hoy los mejores están o son interesados en participar?

Hoy se trata de la ley del más fuerte, el que pueda sobrevivir a las zancadillas, las difamaciones y la pelea descarnada para ocupar lugares que son vistos más como privilegio que como compromiso. Y quizás ahí radique la diferencia, en la mirada con que se llega al cuerpo deliberativo.

Decíamos que no hay caras nuevas en las listas locales en los lugares de expectativas (no nos confundamos con quienes van rellenando los lugares dudosos o sin posibilidades de salir electos). Y eso es el resultado de que al fin, como comentábamos en anterior editorial, todos los políticos declaman que quieren participación de la sociedad civil. Pero se olvida de decir que esto es aceptado siempre y cuando no vengan a ocupar sus lugares. Que traigan proyectos e ideas, si quieren, pero que ni se les ocurra ocupar espacios de poder para poder llevarlos adelante. Y es así que terminan por no confiar ni siquiera en su sombra, cerrándose en un grupo de incondicionales que saben bien cuáles son los códigos a seguir y entre quienes se reparten los cargos, si es posible, eternamente.

Si bien esto que analizamos es el síntoma, queda clara la enfermedad al ver las listas: todas encabezadas en su mayoría por los conocidos de siempre o bien por aquellos que aunque no tan conocidos, han demostrado lealtades insoslayables hacia sus referentes políticos. No necesariamente lealtades hacia los votantes. 

Lamentablemente en Pergamino nos conocemos todos y sabemos quién tiene más compromiso y quién menos, quién va detrás de una idea y quién de un puesto o una banca. 

Por eso no podemos celebrar este cierre de listas porque hay, como dijimos, muchos “profesionales” y pocos “vocacionales”.