Editorial

Nos quieren arrebatar una forma de vivir


Volvió el horror a Europa y se materializó en Barcelona. Con un atentado yihadista que golpeó de nuevo a España sembrando la muerte en un corazón turístico de la ciudad catalana. Porque fue sobre Rambla Catalunya, repleta de visitantes en un soleado día de verano, se convirtió en un paseo de muerte como consecuencia del atentado que en forma de atropello masivo terminó matando a 14 personas y dejó cientos de heridos, entre los cuales 80 eran turistas. También dos argentinos se cuentan entre los lesionados y una mujer hispano argentina resultó muerta.  

Luego se suma un segundo ataque en la localidad costera de Cambrils (Tarragona), también repleta de turistas, en la que la Policía abatió a cinco personas sobre los que se investiga una posible conexión con el acto terrorista de Barcelona. Ellos iban en un vehículo y replicando la modalidad de atropellar gente, hasta que se toparon con un retén y abandonaron corriendo el coche, portando armas blancas.

Lo sucedido en Barcelona siguió los mismos patrones de los atentados de Niza o Berlín, “lobos solitarios” con una escasa estructura terrorista y dispuestos a hacer el mayor daño posible. El ataque, en este caso, se realizó en una furgoneta alquilada conducida por una persona que arrolló a los cientos de peatones que en ese momento paseaban por la popular arteria barcelonesa. Isis se adjudicó el hecho a través de la agencia de noticias Amaq, utilizada ya en otros atentados.

España sufrió ya en el pasado el temible ataque de Al Qaeda en la estación de trenes de Atocha y para quienes no conocen el lugar, es un sitio de enorme concentración de madrileños, por lo que el atentado se llevó casi trescientas vidas.

Como venimos viendo, los ataques en estos últimos años son de menor impacto, porque se realizan sin infraestructura, con una inteligencia casera y con ciudadanos del mismo país que se vuelcan al islamismo. Es decir, estos chicos (porque todos eran de corta edad) no han tenido un contacto físico fluido con las células matrices de Isis o EI, entre otros motivos, porque esa circunstancia hubiese puesto la mirada sobre ellos, ya que los controles de entrada y salida de estos conflictivos países están bajo la lupa. Son nacidos o criados en Europa, por padres o abuelos inmigrantes. Totalmente mimetizados con la sociedad europea, imperceptibles para las autoridades, pero cargados ideológicamente, un día se suman al terrorismo “a la distancia”. Se nutren a través de redes sociales, se forman vía Internet en las premisas fundamentalistas de estos grupos radicalizados y preparan en silencio un hecho como el que se vivió en Barcelona, donde solo hizo falta alquilar una camioneta para salir a matar. Son muy difíciles de detectar o prevenir.  

En este caso hay un dato no menor que termina de completar un cuadro social que es importante para entender lo que sucede: el ocupante de la camioneta huyó a pie, y aparentemente desarmado. Quería huir, no morir, porque no es un suicida, sino un ciudadano criado en Europa (ya en segunda o tercera generación) de padres que vinieron de Oriente Medio hace 30, 40 años, y que de pronto se siente llamado por el Islam violento. La búsqueda de las raíces, el saberse y sentirse distinto, la mirada del otro y claramente una mente débil, vulnerable que es aprovechada, convierten a jóvenes en terroristas de la noche a la mañana. Pero como la causa no le es propia porque fue formado en otra cultura, no quiere entregar su vida  y por eso tenían un plan de fuga con otra camioneta alquilada aparcada en las cercanías. 

Este intento nuestro por entender, esta teoría de cómo puede ser que pase lo que pasó, surge del dato confirmado de que las furgonetas relacionadas con el atentado -la usada en el atropello y una segunda localizada con la que pensaban huir- fueron alquiladas con una documentación de residentes en España de sangre árabe; el sospechoso de conducir la furgoneta y atropellar a centenares de personas en Barcelona es el hermano menor de Driss Ourkabir, Moussa Ourkabir, de 17 años, que habría robado la documentación de su hermano.

Se sabe que el menor de los Oukabir, que fue uno de los abatidos en Cambrils, salió de España el 2 de agosto rumbo a Marruecos y regresó el 12. Tiene antecedentes por delitos comunes. No ha trascendido por el momento si se había detectado en él un proceso de radicalización tras su entrada en prisión. Sin dudas que debe haber una carga de frustración importante para sumarse a la violencia política y religiosa que les propone el terrorismo.

El problema se torna muy serio en Europa, alguna vez lo hemos analizado cuando comenzó esta serie de atentados imprevisibles, en París. Hoy los ataques terroristas no provienen de afuera, no se logra nada con cerrar fronteras. El conflicto lo tienen dentro de los mismos países, que hace una o dos generaciones recibieron inmigrantes de Oriente Medio y lograron una vida en ascenso y se sintieron agradecidos del país de acogida. Quizá los hijos y nietos de estas mismas familias han desarrollado una forma de desarraigo intelectual, acercándose a un ideario de violencia religiosa y terminan siendo cooptados por grupos terroristas como Isis muy lejanos a su realidad. 

Isis además, al tiempo que va sufriendo derrotas militares en la región de conflicto, necesita de estos lobos solitarios, porque cada vez tiene menos financiación y menos soldados activos, acumula retrocesos territoriales y busca como forma de supervivencia los atentados de estas características que, como decimos, son casi imposibles de prevenir. Porque la falta de estructura y de compromiso en el tiempo con la guerrilla los hace indetectables. Son jóvenes que un día adhieren a Isis y planean en soledad o en un grupo minúsculo un atentando. 

 

En definitiva lo que pretenden es arrebatarnos el estilo de vida que ha asumido occidente, nuestras libertades, nuestro gusto por salir y socializar, esencia de la cultura en que fuimos formados. Pero se enfrentan a una sociedad dispuesta a resistir. España sin ir más lejos no cambió su estilo de vida ni con los atentados de la ETA, ni con la ferocidad de Al Qaeda en Atocha, de modo que no será este horroroso atentado en Barcelona lo que habrá de quebrar la voluntad del país. Y lo mismo podemos decir de toda la Europa, que está en peligro en este momento.


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