Editorial

No es egoísmo, es justicia


Ha ido creciendo la cantidad de estudiantes extranjeros que cursan sus carreras en nuestras universidades públicas y gratuitas. Cerca de 13 mil extranjeros estudian gratis en la Universidad de Buenos Aires a diferencia de lo que pasa en el resto de América Latina, nuestro Estado no les cobra ni les exige ningún requisito para ingresar. 

A medida que los altos estudios se encarecen en la región, todos ven como una meca los estudios gratis en nuestro país donde el nivel académico, además, es más que interesante, por eso en cinco años se duplicó la cantidad de jóvenes que llegaron para obtener su título universitario. A la Argentina, cada uno de estos estudiantes le cuesta 28.400 pesos al año. Por lo tanto, solo en 2016, el Gobierno gastó cerca de 360 millones de pesos en subsidiar a los estudiantes extranjeros. Al fin, el porcentaje de extranjeros en la UBA se multiplicó por seis en 20 años.

Según Alieto Guadagni, miembro de la Academia Nacional de Educación, el fenómeno se debe a que no existe ninguna restricción para entrar a la facultad y a que la universidad pública es gratis. El economista remarcó que en muchos países de América Latina la universidad estatal es paga y señaló que la mayoría de los extranjeros que llegan a la UBA vienen de escuelas privadas en sus países, pero la universidad es ya muy cara. Además en casos como Colombia y Brasil los exámenes de ingresos son muy rigurosos y muchos alumnos no los aprueban. En Brasil es muy difícil ingresar a la universidad pública y es muy costoso pagar la privada. Sin embargo, los afortunados que pasaron el examen con buena nota y lograron acceder a la facultad estatal, pagan un arancel de alrededor de 300 dólares al año, si no aprueban van a las privadas cuyos costos son prohibitivos y al fin les sale más barato vivir en la Argentina con la universidad gratuita que pagar los estudios en su país. El modelo chileno tiene un problema y es que la universidad es muy cara, la más cara del mundo en proporción al poder adquisitivo y no hay casas de estudios estatales gratuitas, todas son  pagas y carísimas. En Uruguay la universidad es pública y abierta, pero hay que tener tres años de residencia previa en el país. Además, los graduados están obligados a contribuir con 120 dólares por año después del quinto año de estar recibidos y durante toda su vida profesional.

Solo a modo de ejemplo, para el ciclo lectivo 2016 la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) recibió a 1.500 estudiantes extranjeros, de los cuales 1.300 son brasileños. El hecho de que cada año sean más los aspirantes del vecino país para cursar la carrera en la casa de altos estudios ya es considerado un fenómeno en el plano de la enseñanza superior en la ciudad. De modo que las encuestas que solo toman a la Universidad de Buenos Aires respecto de la cantidad de estudiantes extranjeros, se quedan cortas al no contemplar otras casas de estudios como la de Rosario.

Es muy romántico que vean a nuestro país como la meca de los estudios de grado gratuitos, una gran ventana abierta al conocimiento para América Latina, el problema es que Argentina no es rica y hay lujos que no podemos darnos. Aquí no hay exámenes de ingreso un tema para poner en el análisis si sirven o no para igualar conocimientos de los estudiantes que se suman a una carrera y tampoco es necesario pagar altas matrículas para hacer la carrera, ya que es todo gratuito.

La educación pública y gratuita fue parte de una verdadera revolución cultural en nuestro país, que fomentó la igualdad de oportunidades y la movilidad social. Hoy quizá sería más justo cobrar un arancel no caro y becar a los estudiantes destacados de bajos recursos, pero esa es otra discusión. La postura de Guadagni es clara: “Hay que articular un mecanismo de financiamiento dedicado a los sectores humildes y las carreras científicas y tecnológicas. Nuestro sistema educativo consolida la desigualdad” y compartimos la idea.

En realidad no se trata de cerrar puertas a los extranjeros que quieran venir a estudiar a Argentina, sino de exigir una retribución lógica porque al fin, se van a llevar gratuitamente uno de los bienes más caros que circulan hoy en el mundo: el conocimiento. Y no serán profesionales que luego se queden en el país y hagan su aporte, sino que lisa y llanamente se vuelven a sus países de origen. Nuestros jóvenes, en cambio, no podrían estudiar gratuitamente en ninguna de las universidades de la región porque no existe esa posibilidad para el extranjero. De modo que sería necesario y de estricta justicia que se estableciera una mensualidad para extranjeros que cursen sus carreras en Argentina en forma personal o haciendo un acuerdo entre países si es que el Estado de donde provienen decide becarlos. Esos fondos podrían ser volcados a mejorar nuestras casas de altos estudios, a las que les vendría más que bien ese flujo de dinero.

 

No es egoísmo, es justicia.


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