Editorial

Muchos millones en el fútbol y los estadios con habilitaciones precarias


Sabemos que el fútbol es un deporte que mueve millones, que la televisación de los partidos cambió para siempre la fisonomía de este negocio a nivel mundial y en la Argentina también. Pero el circuito del dinero es siempre una suerte de misterio, salvo cuando se genera un escándalo mayúsculo como el de la Fifa, que escondía una enorme red de corrupción.

También vemos entre los clubes de las categorías más rendidoras pases millonarios de jugadores, sumas exorbitantes que se pagan a modo de salario, además del negocio publicitario que asimismo aporta significativamente a la cifra final de clubes y deportistas. Es decir, estamos frente a un negocio que mueve una masa muy importante de fondos en todos los países, incluido el nuestro. No en vano muchos califican a la Fifa como la multinacional más grande del mundo. 

En menor escala pero en iguales proporciones, acciona nuestra AFA que en nombre de todos los clubes asociados, los jugadores y los intereses de los propios clubes socios negocia millonarios contratos de toda índole: televisación, publicidad, indumentaria, elementos y servicios. De todas estas actividades, la plata pasa por la sede de calle Viamonte en Buenos Aires. Del mismo modo que cada club afiliado del interior remite su canon y rinde cuentas de sus movimientos económicos.

Sin embargo, frente a tanto despliegue de dinero en la entidad madre, la precariedad que presenta el fútbol en las categorías que la integran es notoria, evidente y mortal. 

Según un relevamiento recientemente publicado, ninguno de los 18 estadios de fútbol que hay en la ciudad de Buenos Aires está habilitado de manera definitiva por el Gobierno porteño. Tampoco es que estén adecuándose ya que no hay una fecha estipulada para solucionar los problemas que tienen los estadios que, funcionan gracias a que se les permite el sistema de renovar cada dos meses el permiso provisorio. Con esto se les permite a los clubes abrir sus puertas al público sin reunir todos los requisitos que exigen las normativas de edificación, de planeamiento urbano y de impacto ambiental.

Como muestra basta un botón y es fácil deducir que si esta es la realidad de la ciudad más importante del país, en el resto de las localidades el cuadro es similar o peor.

Ni siquiera con el fallecimiento del jugador Emanuel Ortega (San Martín de Burzaco), hace un par de semanas que literalmente se partió la cabeza contra un paredón ubicado al lado de la cancha, se les ocurrió que era momento de poner blanco sobre negro y que de tantos millones que se mueven en el fútbol una parte debiera destinarse a que los estadios guarden la seguridad para jugadores y público. En aquel momento, como es de rigor, se suspendió la fecha, se rindió el tributo y se abrió el debate social, pero ¿qué sucedió cada vez que alguien perdió la vida en las tribunas o en las inmediaciones? Nada. Los casos son bastante frecuentes y la mayoría de ellos habla también de falta de asignación de recursos. Porque todo lo que sucede en el entorno de los estadios es también responsabilidad de los clubes y de la AFA, que nunca ha reglado ciertas operatorias que se han naturalizado, empezando por los barrabravas, pasando por la reventa y terminando en los “trapitos”. A su vez, los clubes dependen económicamente del cobro de la parte que les corresponde por los derechos de transmisión que administra la entidad para poder acondicionar los estadios según normas que tampoco se imponen con rigor porque, de hacerse, sencillamente no quedaría un estadio habilitado en el interior. Y como esto es un negocio, hay que mantenerlo funcionando, de allí toda la laxitud por parte de la AFA y de los entes estatales que conceden las habilitaciones.

En la Capital, hay 18 estadios de fútbol bajo la esfera de la Agencia de Control Gubernamental: siete de equipos de Primera División (Argentinos Juniors, Boca Juniors, Huracán, Nueva Chicago, River, San Lorenzo y Vélez Sarsfield), dos de la Primera B Nacional (All Boys y Ferro Carril Oeste), seis de la Primera B (Atlanta, Barracas Central, Comunicaciones, Defensores de Belgrano, Deportivo Español y Deportivo Riestra) y tres de la Primera C (Excursionistas, Lamadrid y Sacachispas). 

En general, presentan ingresos y pasillos desbordados, baños semi destruidos, butacas rotas, alambrados emparchados y entornos oscuros y abandonados que son algunos de los problemas habituales. En definitiva no han sucedido más desgracias que las conocidas porque las circunstancias así lo han querido, pero cualquiera puede caerse de una butaca rota, quedarse electrocutado con los cables emparchados o lastimarse con los alambrados arreglados. Ni hablemos de lo que puede suceder en ingresos o egresos a la cancha. Basta recordar aquel desgraciado episodio en la puerta 12 de River para entender que las tragedias pueden ser enormes cuando el entorno no ayuda.

En este estado de perenne precariedad que suma “pequeños Cromañon” con sus muertes “por goteo”, donde se priorizan el show y el negocio por sobre la vida, estas autorizaciones provisorias que se otorgan en Buenos Aires se renuevan, en promedio, cada dos meses. Ante cada inspección aseguran que los estadios son sometidos a un informe técnico, que es realizado por la comisión de inspección de estadios de fútbol, la cual analiza la aptitud de estos para recibir espectadores y las condiciones generales de seguridad. A la vez, ante cada visita, la comisión exige nuevas mejoras. De no cumplir con ellas, la habilitación temporal es revocada. Algo que, por ahora, nunca sucedió.

De modo que las inspecciones ni son tan rigurosas ni son tan serias, porque de lo contrario los estadios tendrían ya la habilitación en regla y no el permiso precario bimensual. O bien estarían inhabilitados. 

Estamos, como dijimos, ante un negocio millonario, que mueve multitudes ¿y no pueden adecuar los estadios? Habrá que esperar que suceda el milagro argentino y así como los entuertos de la Fifa quedaron al desnudo, el brazo de la ley llegue hasta la AFA, porque acá recursos no faltan; el problema es que no llegan donde deben llegar. Como dijo Alejandro Fantino, ofuscado ante el asunto, la plata con que se llenan los bolsillos se la sacan al fútbol.


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