Editorial

Los intrincados juegos del poder


Política, sindicalismo y fútbol pueden generar en la Argentina un coctel explosivo, precisamente como el que estamos atravesando con Hugo Moyano -jefe camionero y titular de Independiente- y el presidente Mauricio Macri. 

Macri y Moyano tuvieron años de relaciones en la Ciudad de Buenos Aires y hasta un breve romance político-sindical cuando el camionero se enfrentó con Cristina Kirchner. Incluso el PRO le devolvió, en cuotas, los fondos de las obras sociales, que era el principal reclamo cegetista que mantenían frente a los K.

Ese fue el mejor momento de la relación, tanto que juntos inauguraron la estatua en conmemoración a Juan Domingo Perón poco antes de las elecciones presidenciales pasadas. Para el peronismo fue un día de furia contra el camionero…

El proyecto de reforma laboral los separó irremediablemente y el Gobierno, en privado, culpa a Moyano del fracaso de la ley que, al fin, decidieron no enviar al Parlamento y buscarán la forma de ir modificando áreas de a poco. 

Y en esta Argentina donde todo tiene que ver con todo, los Moyano, Hugo y Pablo, están señalados por el jefe barrabrava  de Independiente “Bebote” Alvarez de ser los jefes de la banda de lavado del Club. Para los camioneros en esta cuestión está detrás el Gobierno, sobre todo porque “Bebote” actualmente preso es claramente un delincuente y un impresentable que ahora acusa a los Moyano. Los negocios de Independiente, no somos ingenuos, es altamente probable que sean ampliamente conocidos por los camioneros, sino es que son parte. Lo que no deja de llamar la atención es que cuando necesitan a un Moyano dócil surge esta causa en el Club. Y la verdad es que si se extendiera al resto de los clubes la misma investigación, la mayoría de los presidentes saldrían muy manchados. ¿Está mal investigar a Independiente? Claro que no, pero las coincidencias entre el accionar judicial y las necesidades políticas del Gobierno, generan sospechas que flaco favor les hacen a las instituciones.

Es así que Hugo Moyano ha ido acumulando motivos para sentirse acorralado. En esa desesperación, y con esa costumbre de mostrar los dientes al sentirse amenazado, no está dispuesto a cuidar la frágil unidad que existe en la cúpula de la CGT desde hace tiempo y fuerza los apoyos que necesita para enfrentar al oficialismo. 

Así nació el lanzamiento de una marcha con casi un mes de anticipación, el 24 de enero, para el 22 de febrero. Y fue ese apuro también el que obligó a un sector del consejo directivo a convocar a la reunión de urgencia y, aun ante la escasa convocatoria, a anticipar el respaldo de un sector de la CGT a la protesta de Camioneros contra el Gobierno.

Hemos planteado que la marcha se proponía con antelación para dejar espacio a una negociación, pero el Gobierno dejó trascender que hasta le convendría la marcha porque cuando la gente ve a los camioneros en la calle con su estética de lucha sindical, fideliza sus votos de los sectores medios. Fue quizá lo que terminó de enfurecer a Moyano.

La reunión de consejo directivo se realizó contra viento y marea esta semana, mostrando las diferencias que existen en el seno del sindicalismo. Estuvieron, fundamentalmente, los gremios que responden a Moyano y al gastronómico Luis Barrionuevo, otro sindicalista que comenzó siendo un puente entre los gremios y el Gobierno y terminó peleado con todo el PRO. Una postal similar a la del almuerzo de hace unos días en Mar del Plata. Faltaron los representantes de “los gordos” y los independientes Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y José Luis Lingeri. Tampoco estuvieron los metalúrgicos de la UOM, el ferroviario Omar Maturano o el colectivero Roberto Fernández.

Los que no asistieron al encuentro son los que el Gobierno considera “su CGT”, un sector dialoguista donde unos estarán más preocupados por las paritarias, por el futuro de sus afiliados o por mantener el control de las cajas de sus obras sociales, y en ese marco ninguno de ellos está interesado en quedar parado al lado de Moyano. También sobrevuela en algunos el temor a un “carpetazo” judicial, no olvidemos que tampoco es Moyano el único que tiene sus cuentas desprolijas, por llamarlo de algún modo…

Se acercaron en cambio Hugo Yasky y Roberto Baradel hasta la sede de Camioneros para llevar el apoyo a la movilización del 22 de febrero.  

El Gobierno está satisfecho con una CGT fracturada más que una central sindical encolumnada detrás de un camionero que los enfrenta cara a cara.

Ahora vienen las paritarias y, con o sin techo del 15 por ciento o cláusula gatillo, al Gobierno no le viene nada mal una CGT partida. 

Por otra parte es probable que, como dicen en Camioneros, la marcha del 22 sea multitudinaria, incluso en un espacio enorme como la 9 de Julio. Porque ellos tienen un aceitado sistema para estas marchas y además los acompañan la CTA, los docentes y otros sindicatos. Es natural pensar que tienen razón cuando afirman que será una movida enorme.

 

En fin, cada uno está jugando sus cartas y la verdad es que no vemos que a las partes, ni al Gobierno ni a la CGT (sea la rebelde o la dialoguista) les preocupe en demasía lo que está padeciendo el trabajador. Porque cuando los juegos son de poder, el ciudadano de a pie queda irremediablemente afuera.


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