Editorial

Lo peor que podemos hacer es quedarnos de brazos cruzados ante los fallos de la educación


No vamos a contarle una novedad al lector si les decimos que los chicos argentinos no entienden lo que leen. La prueba internacional Pisa, y otras locales, alertaban respecto a los problemas de aprendizaje que se refleja en los primeros años de la educación.  En las últimas Pisa que participó la Argentina, más de la mitad de los chicos de 15 años que van a la escuela no pudo entender lo mínimo de un texto. Ahora se suma una nueva evidencia a nivel internacional. Son las pruebas Pirls, la más prestigiosa en lectura, cuyos resultados se conocieron esta semana. Participaron solo los alumnos de la Ciudad de Buenos Aires y quedaron en el puesto 46 sobre 61 distritos evaluados, entre países y ciudades. Por arriba quedaron algunas de las naciones con más tradición cultural. Por debajo, países como Trinidad y Tobago, Malta, Irán y Emiratos Arabes Unidos, entre otros.

Estas pruebas son realizadas cada cinco años por la Asociación Internacional para la Evaluación Educativa, una organización multinacional con sede en Amsterdam, Holanda. La primera fue tomada en el año 2001 y esta es la primera vez que participa la Ciudad Buenos Aires, junto a chicos de todo el mundo. Es tomada a los alumnos de cuarto grado porque se entiende que es el momento de la escolaridad en el que ya deberían haber aprendido a leer y deberían poder usar los textos para empezar a estudiar, motivo por el cual ya deben entender lo que están leyendo.

Los resultados de nuestros chicos en la Ciudad de Buenos Aires no fueron alentadores, un alto promedio es menor a la media, casi un 20 por ciento no llegó al nivel mínimo y solo el 3 por ciento cumplió las expectativas de comprensión de lectura. El Gobierno de la Ciudad apuntó a que no hay tal fracaso sino que “esa evaluación internacional toma procesos que acá se enseñan a chicos después de cuarto grado”.

Sin desconocer que incluso en la capital del país, una ciudad de amplio bagaje cultural, hay bolsones de pobreza que hacen a un acceso a la educación deficitario, nos asalta la duda de cuál hubiese sido  el resultado si la evaluación se hubiese tomado en territorios mucho menos beneficiados del país. Si así estamos en el centro neurálgico, donde todo sucede y donde todo está al alcance de la mano, en un país tan inequitativo en cuando a posibilidades, ¿cómo estaremos en Formosa, por ejemplo?

La verdad es que a esta altura no se trata de excusas sino de mirar para adelante buscando el modo de que nuestros chicos no sigan siendo vulnerados en un derecho tan importante como la educación que, como siempre decimos, es la mejor herramienta que podemos ofrecerles a futuro.

Lo interesante es que Pirls evalúa a partir de dos tipos de textos, uno mide la “experiencia literaria” es decir cuánto entienden los alumnos un texto de ficción y otro mide la “adquisición y uso de la información”. Es decir, cuánto pueden los chicos localizar y recuperar la información contenida en un texto. A la Ciudad de Buenos Aires le fue bastante mejor en el primero de estos tipos de textos. Lo que indica que los chicos de primaria del distrito tienen en el aula lectura literaria y en este marco no deja de ser una buena noticia.

Cuando salimos de la Ciudad de Buenos Aires, tenemos para evaluar las pruebas Aprender –tomadas en octubre del año pasado- las que mostraron las falencias claras de nuestro sistema educativo. Y es en el Conurbano bonaerense donde la educación parece reproducir aún más las desigualdades. Porque lo que se está maltratando, claramente, es la educación pública. Por eso va creciendo la escuela de gestión privada, no tanto por atracción sino por efecto de la expulsión que genera la escuela pública. Y el principal factor que incide en la decisión de los padres es que en la privada, al menos, tienen clases todos los días. Es un elemento de mínima el que se pone a consideración, lo que evidencia el grado de exigencia que estamos viviendo. Y en esta cuestión, sobre la que volveremos, no es menor, la problemática gremial se mete de lleno. Los paros funcionan así como expulsores de la escuela pública, además de problemas de infraestructura que también son innegables. Pero lo primero es de sencilla reversión y ni eso estamos logrando. En países con mayores deficiencias estructurales se logran mejores resultados que en Argentina solo por el hecho de que los chicos están más tiempo en el aula. A modo de comparación en este aspecto, un alumno de cuarto grado de Chile lleva acumuladas igual cantidad de horas de clases que un alumno argentino de séptimo o primero de secundaria, según sea la provincia. Si las pruebas Pirls se toman en cuarto grado, ¿cómo aspirar a mejores resultados en estas condiciones?

Sobre esta cuestión, y a punto de iniciarse los sempiternos encuentros para arreglar la paritaria docente, el especialista en educación Alieto Guadagni, una autoridad en el tema, dice que lo primero que se debe solucionar en la Argentina es la concurrencia al aula. Porque dice “las horas de clase son de aprendizaje”, con lo cual es de completar que menos horas es menos educación para los chicos. Dicho esto también considerando que en nuestro país el receso escolar es más amplio que en la media.

Ahora otra pregunta nos azuza, ¿recuperaron las clases aquellos chicos que tuvieron paros? No. La negativa gremial ante todo no lo ha hecho posible, nunca. Pero también incide el hecho de que los padres, mayoritariamente, no quieren que sus hijos concurran a la escuela más allá del calendario oficial. Esta es la importancia que como sociedad le damos a la educación. Docentes y padres, principales efectores de la educación, están en esta tesitura. Y el Estado que no atina, por temeroso y negociador con cosas que no son transables, a imponer rigor en sus propios mandatos.

Más allá de esta apreciación sobre la actitud de los padres, es la problemática siempre mal resuelta entre los gremios y las autoridades lo que ha generado un estado de cosas que no hace más que complicar la cuestión: los paros por salarios quitan horas (y derechos) a los chicos en clase y cualquier otra cuestión que se aborde que no sea salarial termina en una negativa cerrada de los sindicatos docentes.

Como mercadería de cambio, cualquier medida que pretenda revertir la situación -que todas las partes asienten en que es negativa-, es puesta por los gremios en la mesa de la discusión paritaria. En otros términos, las posibilidades ciertas de mejorar de los chicos es negociada cuando, debiera ser abrazada por los docentes, aun admitiendo que puedan ser iniciativas imperfectas. Peor de lo que estamos, no vamos a estar. Negarse a cambiar el status quo es dar vueltas en una calesita que siempre nos baja en el punto del fracaso. Sin embargo, el gremialismo docente persiste en no acatar nada de lo que se propone. Y lo peor es que, como protesta, quita a los chicos de lo elemental, de lo que sí estamos en condiciones de dar: horas de clase, donde se lea, se debata, se incorporen conocimientos, algo que es sabido que cuando permanecen en el hogar ya no hacen mayoritariamente. Entonces, la educación en Argentina, lejos de igualar posibilidades, ya viene con inequidades “de cuna” porque en el hogar donde no hay libros, no hay computadora y los padres están trabajando, el niño queda desaventajado al no compartir las actividades áulicas. ¿Lo habrán pensado alguna vez los dirigentes docentes? Cada vez que plantean un paro, ¿piensan realmente a quiénes están perjudicando? Con seguridad, no al Estado, no a las clases media y alta ni a quienes hacen un gran esfuerzo por mandar a sus hijos a una escuela privada. Son los más vulnerables entre los vulnerables los que salen perdiendo y la escuela pública como institución, incluso a pesar de que en materia presupuestaria tiene asignado el 6 por ciento del PBI, como sugieren los estándares mundiales. Una situación a la que se llegó con el kirchnerismo y durante el cual se produjo el mayor éxodo de la educación básica pública hacia la privada. ¡Qué paradoja! ¿Cómo no pensar que son necesarios cambios urgentes? Desde los más elementales como que haya clases hasta los más complejos, de infraestructura, contenidos y formación docente.

 

Ahora que se comenzó a discutir salarios, debería incluirse otros asuntos que hacen a ir mejorando nuestra educación, no solo poner sobre la mesa un punto más o menos de aumento, que de todos modos se va a analizar. Porque nuestra escuela se viene atrasando, sin prisa pero sin pausa, en por lo menos las últimas dos décadas. Y lo peor que podemos hacer es quedarnos de brazos cruzados viendo esta realidad. Hay que empezar a revertir estos 20 años, en algún momento y de algún modo. No aceptar los cambios es denostar lo que se dice defender: la educación de nuestros chicos.


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