Editorial

La interna gremial en carne viva y la postura del macrismo


La marcha organizada por la CGT tiene diversas lecturas, para explicar no solo las largas columnas de trabajadores que poblaron la Plaza de Mayo, sino también que se agarraran a trompadas y palazos por un lugar en cercanías del palco.

Desde el punto de vista sindical, la muestra de fuerza que se pretendió hacer no hace más que fidelizar los votos que viene recolectando el macrismo camino a octubre, la violencia entre sectores del mismo gremio de Camioneros, que se trenzó sin remedio frente a las cámaras de televisión, obligó a cerrar el acto con velocidad, dar un discurso breve del único orador Juan Carlos Schmid y desconcentrar urgente para que el papelón no fuese mayor. 

La protesta en las narices de la Casa Rosada para rechazar la reforma laboral y defender el empleo genuino nació más de la interna sindical que de una estrategia de lucha común en defensa de los trabajadores y sus derechos y eso, cuando no es un reclamo que parte de una demanda concreta, irremediablemente se nota. Las divisiones sindicales llevaron a que mientras unos marchaban otros comían con el ministro de Trabajo, a la misma hora. En fin, cosas de las luchas intestinas de los gremios. Para lo que sirvió la protesta fue para desnudar la avanzada de los Moyano para tomar el poder de la CGT. Quieren poner fin al trío que la conduce, azotando tormentas en la ya turbulenta  central obrera y quedarse con el sillón de la secretaría general única para Pablo, el hijo de Hugo. Para eso, y con la excusa de una disconformidad con una reforma que aún ni siquiera fue planteada por el Gobierno, hicieron lo que hicieron. Y así fue el resultado.

Tras la marcha surgen claramente las dos posturas en que se debate el sindicalismo: la más dura, que pretende definir la fecha de un paro nacional el 25 de septiembre, y otra más moderada, que apuesta a conservar el diálogo y la negociación con la Casa Rosada hasta después de las elecciones legislativas de octubre. 

No será fácil que se llegue a decretar un paro, la medida la empujan el moyanismo, un sector del barrionuevismo y la Corriente Federal, que encabeza el bancario Sergio Palazzo. Pero no logran el consenso de los grandes gremios de servicios, ni los ferroviarios y colectiveros. Con el transporte funcionando, es claro que el paro no se sentiría.

La realidad es que los sindicatos más moderados corren con una ventaja; la de la lógica. Porque estamos frente a un Gobierno que lleva año y medio de gestión y está mostrando, aunque en muy pequeñas dosis aún, algunos signos de recupero en términos de empleo, una pequeña baja en el déficit fiscal producto de la baja de subsidios a los servicios y algunas promesas externas de posibles inversiones, que vendrán en tanto se exhiba un país ordenado, seguro en lo jurídico, estable en lo político y contenido en lo social. Lo cierto es que en diciembre de 2015 inició un período de gobierno de cuatro años, que llegó al mayor espacio de toma de decisiones con un plan de acción que, con algunos traspiés viene ejecutando; todavía le queda a esta gestión dos años y medio de tránsito de ese camino constitucional, durante el que lo mejor que podemos hacer los argentinos es bien predisponernos para que, bajo la modalidad propuesta y votada por la mayoría, nos vayamos acercando a ese “puerto” que todos deseamos: estar mejor. Si los métodos no son los que preferimos, al fin y al cabo no importa demasiado y el resultado es el mismo. Pero para que el rumbo sea hacia ese fin, todos (afines y no) debemos hacer la parte que nos toca o, al menos, no actuar de manera apátrida buscando entorpecerlo. En ese marco, la parte que mejor le cabe a la CGT (cualquiera de ellas) es  acompasar al Gobierno, sin resignar sus banderas de defensa del trabajo o los derechos de los empleados que es al fin su razón de existir como sindicalistas. Pero al mismo tiempo allanando el camino. Porque si al Gobierno le va bien, a los trabajadores y a todos nos irá mejor. Desde este punto de vista, podría decirse que todos deberíamos lucharla de parte del oficialismo. Esto no quiere decir adherir a una ideología sino procurar el éxito de la gestión, aunque no sea la que hubiésemos querido. Pensemos si no de manera contrafáctica: ¿cuál sería el beneficio de que al Gobierno no le salgan bien las cosas? 

La buena noticia, que adhiere a este pensamiento proactivo, es que el próximo paso sería una convocatoria a una mesa tripartita, con empresarios y con la CGT. Sería un paso importante establecer este diálogo, es necesario que lo haya entre las empresas, las fuerzas del trabajo y el Gobierno. Porque es el único camino que puede llevar a un principio de entendimiento sobre la realidad económica, las nuevas condiciones del empleo y sentar las bases para recibir inversiones. 

Uno de los temas más difíciles de encarar es la flexibilización laboral, una propuesta que no sabemos aun cómo habrá de plantearla el oficialismo, sobre todo porque cuando ha habido intentos de reformas en este aspecto, como sucedió durante los gobiernos de Menem y De la Rúa, cuando la ley terminó en escándalos de coimas en el Senado y en el fracaso de sus objetivos en la economía. Por eso decimos que para avanzar en cambios en el orden laboral tendremos que ver cómo los plantea el Gobierno y qué objetivos plantea lograr si se aprueba una ley en este sentido. Aquí se plantea otro caso de los que alguna vez hablamos en esta página: conceptos que no son malos en sí mismo pero que en nuestro país tienen una connotación negativa. En este caso, por la historia que nos precede. 

Es irrisorio que el mercado laboral esté legislado como hace 60 años cuando todo ha cambiado tanto, por lo que reformar el marco legal del trabajo no solo es bueno sino necesario. Pero cuando se atina a abordar el tema, rápidamente aparece el término “flexibilización” y surgen las crispaciones, incluso prematuras, como sucedió ayer.

Al fin lo que importa en este momento es crear empleo genuino, todo lo demás es pura cháchara. Sobre todo si tenemos en cuenta que hay una pobreza estructural muy resistente, que ronda el 30 por ciento y subsidiamos a millones de argentinos de distintas formas, programas y planes. En este marco quienes tienen el privilegio de tener empleo registrado, lo que les permite ser parte de un gremio, deben pensar que hay muchos sectores fuera del mercado y tenemos que contribuir todos a que se puedan ir incorporando a la sociedad productiva, no solo para poder sostener en mejor situación a su familia sino por un tema que hay que tener muy en cuenta: nada ofrece una situación de dignidad comparable a la de tener empleo.

Por eso creemos que una mesa de diálogo es lo que debería haberse iniciado a poco de asumir el Gobierno, porque es el mejor modo de resolver las reconversiones laborales que se generan tras las aperturas de nuestro país a los mercados o la necesidad de contar con inversiones, porque en eso se basa el modelo que impone el Gobierno y que dará resultado en la medida que nos pongamos de acuerdo entre los sectores productivos del capital y el trabajo.

 


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