Editorial

La inseguridad avanza y estamos perdiendo la batalla


La ola de inseguridad bonaerense es indisimulable, preocupante, tanto para los vecinos como para la gobernadora María Eugenia Vidal, que incrementa recursos -patrulleros, tecnología, chaleco, más efectivos- y los resultados le son adversos en este terreno.

 “Se necesitan muchas medidas aplicadas durante mucho tiempo para que la paz vuelva”, asevera Vidal, pero la situación va acorralando en el robo y la violencia a los bonaerenses.

Hace unos días nomás Brenda Bigiatti fue literalmente tirada debajo de un tren urbano para robarle un celular y ahora lucha por su vida. Fue en Don Torcuato, Partido de Tigre donde se produjo esta salvajada para con una joven de 27 años, que cursa el último año de Medicina en la Universidad de Buenos Aires (UBA). La muchacha casi pierde la vida y no sabemos qué le espera en el futuro para recuperarse. Esta semana también nos referimos en esta página a lo ocurrido en La Plata a la adolescente Abril Bogado, que falleció a manos de un delincuente de frondoso prontuario cuando –dice- “se le escapó un tiro” mientras le robaba a su padre. Si lo pensamos un momento nada más, llegamos rápido a la conclusión que lo que se está viviendo lidia con la locura.

Solo por una cuestión demográfica –y nada más que por eso-, Pergamino no padece con frecuencia episodios delictivos con semejantes grados de violencia, no obstante convivimos con el temor y la amenaza latente de estar en una lista de espera para que nos arrebaten un bolso en la calle o nos “escruchen” la casa. 

No obstante, cada tanto, la realidad nos abofetea para recordarnos que la delincuencia le lleva gran ventaja a las fuerzas de seguridad. Esta semana un vecino titular de un supermercado fue baleado en una pierna para robarle en pleno centro de la ciudad. No es un deja vú de lo sucedido hace unos meses, cuando pasó algo similar pero con un tiro en el pie, cuando un vecino salía del banco. En fin que no la estamos pasando bien, pese a la presencia de la nueva Policía Local, la permanente fiscalización de la gobernadora sobre la Bonaerense, los motorizados que se sumaron a la dotación la ciudad, el sistema de atención de emergencias, los patrulleros, los chalecos. Se han implementado muchos recursos, se trabaja en la profesionalización y la purga de la Policía, se establecen elementos de control, en fin que se invierte y atiende el tema pero no se atina con los resultados. Será que hay recursos y buenas intenciones pero no estrategia, será que falla la pata judicial, será que –lógicamente- todavía quedan bolsones de corrupción y connivencia en las fuerzas. Algo pasa. Y en las ciudades más chicas, como la nuestra, posiblemente sea más sencillo advertir por dónde viene la mano en esta pelea desigual. 

Evidentemente no se trata sólo de inversión, aunque era muy necesaria; debemos rever estrategias y modos de trabajo. Los móviles llegan, los recursos humanos aumentan pero los vecinos no nos sentimos más protegidos.

Cierto es que no existe cosa tal como el “delito 0”, pero ¿qué cada vez sean más cuando se han incrementado los recursos, cuando los informes indiquen que se secuestran motos indocumentadas por miles? El viernes, sin ir más lejos, en dos horas se “denunciaron” cuatro atracos en la vía pública. Y encomillamos ese denunciaron porque LA OPINION sabe, de fuentes inobjetables, que en ese mismo lapso se produjeron otros hechos cuyas víctimas desestimaron presentar ante las autoridades.

El gobierno de María Eugenia Vidal lleva adelante un Plan Integral de Seguridad de cuatro ejes: la Policía de la Provincia, el Servicio Penitenciario Bonaerense, la Justicia y la Ley (las necesarias modificaciones que deben salir del ala política, del Congreso), y la inclusión social. Esto implica un esfuerzo importante en cuanto al presupuesto provincial: se han sumado 800 efectivos de los cuerpos de Infantería y Caballería, mejor capacitados y pertrechados; se instalaron 200 oficinas móviles en 27 localidades bonaerenses, de las cuales 118 ya se encuentran en funcionamiento. Está también la policía de proximidad en los distritos, destinada a la prevención, que son los uniformados de celeste que recorren las calles de nuestra ciudad.

Es decir, hay ocupación en el tema, inversión y nadie esconde nada bajo la alfombra de la “sensación” de inseguridad.

Sin embargo, no nos sentimos más seguros que antes. El paisaje de Pergamino y las crónicas noticiosas nos hablan de que el arrebato callejero es moneda corriente pero lo más preocupante es el incesante robo de motos con mayores y menores que, en muchos de los casos, portan armas de fuego. Porque además del daño, el perjuicio que producen a la víctima, se trata de la incorporación una nueva “herramienta” de trabajo de la delincuencia. Indudablemente estamos escalando en la problemática.

En las ciudades más chicas debiera ser más fácil combatir el delito. ¿No le ha pasado estimado lector, que cuando ha sido víctima y concurrió a denunciar el hecho, ya sea con gestos o a boca llena los agentes le han manifestado poder identificar a los autores?

En otras palabras, son muy pocos delincuentes y todos nacidos y criados aquí los que nos tienen en jaque. Ya tienen zonas y modalidades establecidas que los hacen identificables. Entonces nos azotan un par de interrogantes: ¿por qué no los buscan? ¿Por qué están en la calle si son tan conocidos por sus fechorías?

Los vecinos atentos sabemos en qué sectores de la ciudad se esconden los cacos, ni hablar la Polícía; barrios donde se escuchan balazos todas las noches y los vecinos honestos viven aterrorizados. También son conocidos donde tiran luego los cuadros de las motos (una vez que le han sacado los repuestos vendibles) porque la misma fuerza los ha encontrado. En 20 días, en dos operativos llevados a cabo en julio y agosto en dos barrios linderos, se recuperaron 54 cuadros robados. Es decir que 54 motos que oportunamente fueron robadas terminaron descartadas en un radio de pocas cuadras. ¿Tan difícil, en una ciudad pequeña como la nuestra, es hacer el seguimiento de esas partes desmanteladas? Porque supimos de los robos, supimos de la recuperación de los inútiles cuadros pero nada se supo de talleres de motos y autopartes que fueron allanados. 

En estos puntos es donde, una vez más se nota la falla en la pata de la Justicia, para alejar de las calles a los reincidentes y para llegar con sus investigaciones a todo el negocio de la delincuencia.

La problemática, llegado a este punto, es analizar qué estrategias seguir, no solo en el caso de la Policía, sino también de la Justicia, para optimizar tanta inversión en Seguridad que hacen la Provincia y el Municipio.

Los vecinos tenemos derecho a que nos cuiden, a que el Estado que tiene el monopolio de la fuerza nos proteja, que sobre la base de más fondos que aporta la provincia, podamos notar la eficiencia en la aplicación de este gasto, estrategias para atacar el corazón de los sucios negocios. No queremos seguir escuchando las eternas excusas que la Policía y la Justicia entrecruzan para hacer responsable a la otra parte. Lo que pretendemos no tiene secretos: ver resultados en cuanto a ir mejorando la situación, ni siquiera pensamos en una resolución más de fondo, porque somos conscientes que el paso del tiempo y la persistencia en una labor seria es lo que nos dará resultados sustentables.  Lo que preocupa es que estamos retrocediendo, que no nos sentimos más seguros, y esa, sin dudas, no es la idea.


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