Editorial

La inexplicable toma de las escuelas


En una Argentina que parece haber perdido sentido de la proporción, de los medios y de la fuerza empleada para lograr objetivos, al menos 14 escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires permanecen tomadas por sus estudiantes. Según afirman, para rechazar la reforma del nivel Medio que se instrumentará, de manera gradual, el año próximo en 17 colegios.

Las tomas comenzaron el 29 pasado en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, en Barracas, y se extendieron a por lo menos 13 más, como el Nacional de Buenos Aires, un colegio insignia de la enseñanza en nuestro país.

No parece una medida extrema tomada tras una larga negociación, ni siquiera posterior a un serio debate, sino más bien una decisión espasmódica en el marco de una educación donde se ha corrido la autoridad en cualquiera de sus formas. Llegar a la toma de una escuela en Argentina ya no es el final del camino sino el principio, en un país donde las acciones duras parecen ser el signo de una época.

Los estudiantes afirman que están “frente a una gran escalada contra la educación pública y el punto cúlmine es esta nueva reforma. Los principales puntos de nuestro reclamo contra los cambios en el secundario son: la degradación del cargo docente al de facilitador; trabajar en el último año porque es una excusa para que la juventud ingrese en la precariedad laboral, y la desvalorización de los títulos por el recorte de materias y el nuevo sistema de evaluación por créditos”.

En la vereda de enfrente en el Ministerio de Educación afirman: “Las tomas son absolutamente políticas y apoyadas por legisladores del Frente de Izquierda y de los Trabajadores y del kirchnerismo, de sectores vinculados al gremio docente UTE-Ctera y otros adultos”. Y agregaron que no hay un reclamo unificado. “Van desde cuestiones vinculadas a la violencia de género hasta el pedido de la implementación de la ley de educación sexual integral”. Por supuesto que también hacen alusión a que aparezca el desaparecido Santiago Maldonado, porque la politización de la escuela pública es evidente y no es lo mismo que la educación política, entendida como la formación de sujetos de derecho y la preparación para su ejercicio. 

Las tomas de los espacios educativos y la reducción de sus autoridades naturales, cuyo análisis podemos comenzar a ensayar, a esta altura parece inducida por un sistema adulto donde habrá docentes interesados en frenar las modificaciones, padres de alumnos que comparten o bien se ausentan de las responsabilidades respecto del accionar de sus hijos y el Gobierno que también debe dejar de escudarse en la oposición ante las problemáticas que le aquejan y ponerse a trabajar seriamente en resolver las situaciones caóticas que se vienen desarrollando en la escuela. Si no es con la acción u omisión de los adultos no es posible la toma simultánea de 14 colegios. Tampoco deben las autoridades permitir que haya adultos dentro de los establecimientos durante las tomas, como desde el propio Ministerio de Educación dicen que sucede; nada tienen que hacer en los edificios ni durante las tomas ni fuera de ellas. Porque es obvio que seguramente son quienes están azuzando a los estudiantes y ahora lo importante es evitar desbordes y violencia.

Por lo pronto, el Ministerio de Educación porteño solicitó que concurra personal del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes adentro de las escuelas durante el fin de semana “por la presencia de adultos que no conocemos”. ¿A esta altura? ¿Cuando ya, al menos este acto de infracción está consumado? ¿Por qué no accionar para evitar su ingreso? Si la toma es genuina, los adultos están de más. Ahora, avanzados como están los hechos, solo resta esperar que con esta intervención se eviten males mayores y que no sea para peor.

¿A dónde están los padres de todos esos chicos que duermen en la escuela? ¿Acompañan la iniciativa o se resignan a un gobierno hogareño de los hijos? ¿Y dónde están los padres de los jóvenes que no toman la escuela? ¿Qué sucede con esta parte de la comunidad educativa? 

La comunidad educativa es el ámbito donde los distintos sectores que hacen a la educación de los menores coinciden para dialogar y consensuar desde las distintas miradas, con participación de los alumnos como es natural. Las asociaciones de padres y cooperadoras escolares históricamente han tenido un rol crucial pero últimamente están ausentes. Y la razón no es otra que la falta de padres que quieran integrarlas. Lo mismo sucede en clubes, sociedades de fomento, donde se hace cuesta arriba formar una comisión directiva porque “a gatas” se llega a cubrir los cargos que disponen los estatutos. Este no participar no tiene necesariamente que ver con falta de tiempo sino con delegar en otros nuestros propios intereses y responsabilidades. Porque si un hijo no es interés y responsabilidad del padre, ¿de quién entonces? Pensar que pagar una cuota o cumplir con la asistencia es tener “cubierta” la formación de los hijos es el primer y enorme problema que tenemos como sociedad. Ahora, ese desinterés no es tal al momento de la queja, porque son esos padres los primeros en hacerse presentes para eso. Nunca para prevenir o ser parte de las soluciones. 

Evidentemente las comunidades educativas de los colegios, al menos de los 14 tomados en Capital, no están cumpliendo su rol de ámbito de discusión y consenso. Sabemos que los directivos, docentes y alumnos están. ¿Y los padres? 

No se puede permitir llegar al extremo de comenzar con una toma de escuela cuando no gustan las medidas que las autoridades planean introducir. La primera pregunta que nos surge es qué hacen los padres de esos adolescentes que deciden la toma de sus escuelas por esta cuestión;  ¿hablan con ellos, los instan, los tratan de detener? Y el mismo interrogante surge cuando pensamos en los docentes, aunque en estos casos todo parece indicar que están a favor de las tomas, usando a los alumnos para presionar al Gobierno para que no aplique reformas.

El conflicto, en principio, surgió a raíz del plan oficial que prevé que el 50 por ciento del quinto año se hará en empresas y organizaciones extraescolares vinculadas con los intereses de los alumnos (cosa que en nuestra ciudad algunos establecimientos privados hacen desde hace décadas), los estudiantes próximos a graduarse saldrán del secundario con dos materias acreditadas, tanto del CBC como de la formación terciaria que elijan; no habrá notas y se elimina la repetición; la evaluación será por créditos y los alumnos con problemas en un área pasarán al año siguiente y reforzarán solo esos contenidos.

Los alumnos y los docentes hablan del temor a una precarización laboral que acarrearían las prácticas educativas. Un verdadero disparate, porque asimilar un sistema de pasantía que dura unos meses y que puede resultar altamente beneficioso para los estudiantes en cuanto a su vocación o su aprestamiento, como se puede comprobar en escuelas donde desde hace años se llevan adelante estas prácticas, con la precarización del mercado del trabajo es no comprender la dinámica educativa y social. Nada tiene que ver una cosa con la otra.

También en el plano de cerrarse a toda reforma, dicen en forma genérica que el Gobierno busca con esta idea un “modelo educativo que va en contra de la escuela pública y de los intereses de los estudiantes”. También están: “contra de la reforma en la secundaria, por la aparición con vida de Santiago Maldonado y para denunciar la violencia institucional contra la juventud y la escalada represiva”.

En fin, que sobre la base de una serie de diversas motivaciones poco explícitas se tomaron sin más las escuelas.

 

La realidad es que, como siempre decimos, somos los adultos los responsables del impacto de nuestras acciones en los más jóvenes, el espejo donde se miran. Y si en la Argentina nos hemos acostumbrado a dirimir todas nuestras problemáticas tomando la calle, con cortes, piquetes no exentos de violencia, qué esperamos que suceda con nuestros jóvenes sino que terminen imitando el comportamiento desgraciado de los sectores sociales de la protesta. Con el agravante que en este caso de las tomas de escuelas, fallan además padres y docentes, cuya autoridad parece corrida de eje y flaco favor les hacemos a nuestros adolescentes con lo que le estamos brindando.


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