Editorial

El triunfo del macrismo: la gente ya no vota solo por el bolsillo


La realidad es que a ningún sector social le gustan las subas de tarifas de los servicios públicos o que la nafta aumente permanentemente. Estamos en medio de una recuperación económica despareja y lenta y con una inflación que, aunque tiende a bajar, sigue siendo alta, las inversiones aun no han llegado, sin embargo Mauricio Macri tiñó el país de amarillo y María Eugenia Vidal logró que sus candidatos ganaran a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires.

Si no lo hubiésemos vivido no lo creeríamos, porque estamos más que acostumbrados en la Argentina a que los triunfos y las derrotas políticas las determina el bolsillo. Y partiendo de esta premisa, la oposición en todo el arco que la compone hizo hincapié en frenar el ajuste, Cristina, Massa, Randazzo y las izquierdas se planteaban como un modo de obligar a Cambiemos a cambiar el rumbo económico. Pensaron que esa era la premisa ganadora y no vieron que las expectativas de la sociedad habían cambiado. Y por eso, el votante promedio decidió renovar la confianza al macrismo con total prescindencia de la situación económica que, como decimos, dista mucho de ser buena por el momento.

El objetivo de la gestión de Mauricio Macri, que se jugaba la chance de consolidar el proceso de reformas que empezó en diciembre de 2015 y que definirá si se aceleran las inversiones después de octubre, fue cumplido.

¿Cómo se explica el triunfo de Macri frente a un electorado que históricamente vota con el bolsillo entonces?

No hay dudas que el votante tuvo, en esta oportunidad, otro comportamiento que evidentemente desconcertó a la oposición, de allí su error de discurso. Visto desde el punto de vista del análisis del sufragio podríamos decir que esta elección marcó una mayor madurez del electorado, sin embargo y para ser prudentes, lo ideal sería esperar a próximos comicios para tener la certeza de que, al fin, el ciudadano comenzó a votar según un menú de intereses importantes donde el bolsillo es solo un aspecto y no el único.

Y en este sentido, la grieta que tanto daño nos hace como argentinos en nuestra vida doméstica, en el plano electoral ha dado frutos, porque ha permitido que se consolide un núcleo fiel y duro de votantes que ponen en primer plano el rechazo a la corrupción pasada y la importancia de que se generen cambios en la estructura económica del país, por fuera del relato populista que nos permita un crecimiento cierto y sustentable.

Es interesante de analizar que pese a las voces críticas al gradualismo macrista a la hora de hacer cambios en la estructura económica del país, proveniente de los halcones que nunca faltan y que pretenden todo ya sin medir costos sociales, este triunfo esté muy ligado a la cuestión, porque las modificaciones no resultaron dramáticas al fin, aunque implicaron un esfuerzo no poco importante para las clases medias y las Pymes; dicho esto sin desconocer que vivimos en un país con un 30 por ciento de pobres, pero que tampoco son un emergente del macrismo en el poder, sino que ya venían de la gestión anterior.

La realidad del voto ha demostrado que lo importante no es ir más rápido, sino mostrar consistencia: que la economía consolide su tenue crecimiento, que la inflación se acerque lo más posible a la meta fijada por el Banco Central, y que el déficit fiscal mantenga su camino descendente. La receta hasta ahora le ha dado resultado al macrismo.

Los segundos dos años de Mauricio Macri en el poder serán clave para lograr un verdadero cambio de mentalidad en la Argentina, pero en esta cuestión los cambios a realizar por el Gobierno deberán cumplir las expectativas y esperanzas puestas por los votantes en estos comicios pasados, que la recuperación se sienta en todos los sectores, que se baje la enorme presión impositiva y que se ayude a recuperar el salario. Vista así la lista parece larga y exigente, pero son las esperanzas que tienen los votantes. Pero además el Gobierno deberá rendir examen de transparencia casi permanentemente, para fidelizar el voto de tantos que prescindieron de la cuestión económica y los siguen apoyando asqueados de la corrupción que se ha destapado como una olla a presión. 

No escapa al análisis que, durante todo el período preelectoral, una Justicia que durmió denuncias por años, se despertó de golpe de su sueño y comenzaron a desfilar por Comodoro Py funcionarios del gobierno anterior, sindicalistas y colaboradores, varios de los cuales ya están incluso en prisión. Lo que funcionó como un recordatorio permanente de que la corrupción no es un relato, es una realidad descarnada que nos ha costado muchos millones de dólares a los argentinos. Lo deseable para cumplir el mandato de la sociedad es que la Justicia siga así, despierta y vigilante tanto con las desprolijidades del gobierno anterior como los del actual, porque lo que le va a dar la credibilidad perdida no es solo juzgar a los que ya no tienen poder, porque para eso no hace falta coraje, sino demostrar que no hay impunidad para nadie, con independencia de si está o no en el Gobierno. Lo que podríamos llamar Justicia en tiempo real, que es lo que faltó lamentablemente en la era kirchnerista.

 

A partir de esta renovación de la confianza en el Gobierno, lejos de creer que tiene solo un logro en las manos, lo que debiera pensar que ahora es que tiene más responsabilidades que antes, porque cuando los votantes fidelizan el voto es porque tienen altas expectativas en quienes ejercen el poder y lo importante a partir de ahora es que se cumplan.


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