Editorial

El tesoro ignorado


No se puede amar lo que no se conoce. Palabras más, palabras menos, esta expresión de San Agustín sintetiza lo que parece estar sucediendo con la inconmensurable donación realizada por la familia Giuníppero-Castellano al pueblo de Pergamino.

No encontramos otra explicación más que la de la lisa y llana ignorancia de lo que ha recibido el Municipio para comprender por qué al día de hoy se haya hecho nada en poscumplir con el más preciado legado de un convecino: su patrimonio de toda una vida de trabajo. Don Eugenio, su esposa, hijo y nieto quisieron obsequiar a la comunidad cientos de miles de objetos, que van desde el comienzo mismo de la era cristiana hasta el final del Siglo XX, para que los pergaminenses de todos los tiempos pudieramos atesorarlos como retazos de la historia que nos une.

Cierto es que gran parte de la ciudad desconoce lo que albergan las paredes de la casa Giuníppero-Castellano, por el carácter privado que hasta ahora ha tenido la colección, pero que desde febrero de 2016 -en que se produjo la donación- a la fecha, absolutamente nadie del Municipio, ni intendente, ni subsecretario de Cultura, ni desde el área de Museos ni del Concejo Deliberante, se haya siquiera acercado a conocer la magnitud y el carácter de la colección habla de una admisible ignorancia pero también de desinterés e indolencia.

Para los que no lo saben, empezando por las autoridades, entre los objetos que están a la espera de una resolución oficial, hay cámaras fotográficas de todos los tiempos (inclusive de aquellas en la que el fotógrafo lograba la oscuridad con una manta), relojes, instrumental médico, elementos de peluquería, infinidad de monedas y medallas, armas (algunas que han intervenido en las guerras mundiales), juguetes, carteles que alguna vez pendieron en la ciudad, teléfonos, uniformes militares, sables, un sinfín de artículos. Tantos que hasta se podrían armar no uno sino varios museos temáticos que serían la envidia de cualquier otra ciudad y el orgullo de todos los pergaminenses.

Nos viene a la memoria la tristeza que sentimos todos cuando se perdieron aquellos pocos objetos en el incendio del Museo y Archivo Histórico. Para una ciudad carente de fecha y todos los elementos típicos que hacen a una fundación, esas piezas que amorosamente habían donado familias pergaminenses se habían convertido en único patrimonio común. Por eso, cuando los herederos de Eugenio Giuníppero decidieron ceder sin pretensión económica su colección, sentimos –y lo plasmamos en nuestras páginas- que volvíamos a tener un museo y que esta vez, por tamaña donación, el montaje podía llegar a tener envergadura nacional. Sencillamente porque no hay en el país una colección de objetos como esta.

Y ahí la tenemos, porque es de todos, cerrada entre cuatro paredes, sin que quienes deben recibirla y ponerla a disposición de la ciudad, la hayan siquiera conocido. 

En la familia Giuníppero-Castellano hay lógica incertidumbre y todavía algo de expectativa. No demasiada, dado lo ocurrido este casi año y medio. Y mucha tristeza. Los mismos sentimientos albergamos en LA OPINION, otro “vecino” que acopia la historia de la ciudad pero no en objetos sino en palabras y que a fuerza de perderla también por el fuego, sabe del valor de la preservación. Y nos preguntábamos en todo este tiempo en que el Museo de la Ciudad estuvo cerrado por refacciones, si la reapertura traería aparejada la exhibición de la colección de Eugenio y “Mimí”. 

Para nuestro desconcierto, y el de muchos, no fue así. Es decir que se perdió una gran oportunidad de, al mismo tiempo, dotar a la colección Giuníppero-Castellano de un espacio apropiado y a la ciudad de un museo antes inimaginable, destinado a ser atracción turística además de reservorio patrimonial. Dicho esto sin desmerecer lo realizado en el nuevo Museo de la Ciudad, pero que, a la luz de lo que podría haber sido, resulta por lo menos escaso.

Es evidente que al intendente Martínez lo desvela la realización de obras públicas para la mejora de la calidad de vida de los pergaminenses, traducido esto en pavimentaciones, reparaciones de accesos, recambio de luminarias, gestión de viviendas y muchas cosas más que sin dudas son valoradas y hacen al bienestar. Pero lo cultural, en este caso lo patrimonial, es un bien intangible al que también hay que destinarle recursos, tiempo, planificación. Y sobre todo, atención.  

Está la familia desde hace un año medio esperando una resolución sobre este patrimonio tan apreciado. Y estamos los pergaminenses, que somos al fin los destinatarios de tan enorme regalo, deseando disfrutarlo. En el medio, las autoridades de turno, ocasionales interlocutores de este histórico traspaso, que no se ocupan. Aunque nada los justifica, queremos creer que la razón del desinterés que demuestran es el desconocimiento de lo que se nos ha donado; tal vez crean que se trata de un puñado de cosas que se pueden ubicar en una vitrina. 

Señores funcionarios: en bandeja de plata la comunidad de Pergamino ha recibido una de las mayores colecciones de objetos del mundo. Todos juntos, de una sola vez. Para que quede más claro aun: no hay manera de que un municipio pueda recolectar por iniciativa propia semejante cantidad y tipo de piezas. Es verdaderamente un regalo del cielo lo que recibió el Municipio de Pergamino y nadie, en 16 meses, siquiera atinó a “abrir” el paquete. En simultáneo, montaron un museo con unas pocas piezas y algunos documentos. Es realmente incomprensible esta desconexión de oportunidades.

Con todo lo recibido, además de la excelente labor que realizan en la Apref con los objetos ferroviarios recuperados, con los archivos periodísticos que ha acopiado Carlos del Valle y con un área específica como la hay en el organigrama municipal, Pergamino podría tener el complejo museístico más importante del país. Y no estamos exagerando. Solo hay que tomar la decisión, partiendo desde entender que los bienes culturales también llevan bienestar a la población y requieren inversión y acción.

Y la colección Giuníppero-Castellano hoy requiere re-acción. Esperamos fervientemente que se termine este letargo de desinterés manifiesto y se comience en lo inmediato a desandar el camino que lleve a que toda la comunidad y los visitantes que lleguen a Pergamino podamos conocer y disfrutar de cada uno de estos objetos que con tanto ahínco y a lo largo de muchos años, Eugenio y “Mimí” preservaron para la posteridad.  

 

“Los regalos se hacen por gusto del que regala, no por mérito del que recibe”, dice Carlos Ruiz Zafón en su novela “La sombra del viento”. Señor intendente, señor subsecretario de Cultura, señores concejales: lo no hecho, no hecho está; hagan mérito de ahora en más para ponerse a la altura de la generosidad de esta familia y de la magnitud del obsequio que recibió de ellos la comunidad de Pergamino.


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