El ritual del café en los argentinos

Con la palabra Agora (del griego, asamblea, reunión) se designaba en la Antigua Grecia a la plaza de las ciudades-estado.

Era un espacio abierto, que hacía las veces de mercado, escenario de la cultura y del debate político. Era el centro de la vida social de los griegos. Estaba normalmente rodeada por los edificios privados y públicos más importantes, como las stoas (pórticos columnados), pritaneos (oficinas administrativas), bouleterión (edificio para las reuniones de la boulé) y balaneia (baños).

Los precedentes históricos se remontan hasta las épocas de las plazas de la Creta minoica, en donde se han localizado las primeras ágoras. Allí, como ahora sucede en los lugares públicos, se comentaban los poemas de un autor, las obras de teatro, la marcha de la política, las cuestiones cotidianas. Hoy los temas continúan versando las mismas áreas pero con algunas variantes.

Esto habla de la necesidad del ser humano de ejercer su sociabilidad, de encontrarse con amigos, conocidos, reconocerse en el otro, intercambiar ideas, es parte esencial de nuestra naturaleza.

Pasaron años, centurias y milenios y esta costumbre prosiguió en los ámbitos que cada período histórico propuso. Los bares, confiterías, los shoppings son las versiones modernas de esta costumbre de juntarse, de pasar un rato amable con amigos o conocidos.

Los lugares de encuentro público facilitan el ejercicio de esa sociabilidad innata que tenemos, esa necesidad de comunicarnos extramuros del hogar, de trasmitir experiencias y que nos las trasmitan, contar anécdotas, reírnos. 

En Argentina, este evento se produce generalmente en torno a la mesa del café. Es una característica de la Europa latina (España, Francia, Italia) que no es tan ampliamente difundida en otros países del mundo. Salir específicamente para encontrarse y hablar en un bar no es lo habitual entre nórdicos, asiáticos o africanos, tal vez porque el clima no es tan amigable para ese plan en gran parte del año y la vida social se reduce a los ámbitos de asistencia regular como el trabajo o el propio hogar.

Una encuesta realizada en la Argentina a pedido de la Cámara Argentina del Café, muestra que el 65 por ciento de los argentinos considera que el ritual del café mejora las reuniones de amigos. El consumo del café, en nuestro país viene asociado con la salida, el encuentro con amigos, la reunión familiar, es decir un momento de amable relax.

La encuesta no tiene motivos sociológicos sino difundir las bondades del café, aparte de la cuestión ya mencionada. Y expertos en nutrición afirman que el café contiene antioxidantes, ayuda a la concentración, baja la somnolencia y mejora la atención visual. Esto es así porque el café es una suerte de estimulante natural.

También han salido médicos a afirmar que la asociación positiva entre el consumo habitual de café y la salud es un hecho indiscutible: beber hasta tres o cuatro tazas diarias puede ser parte de un estilo de vida saludable.

Es probable que por estas razones el café esté tan difundido en los encuentros de bares y confiterías, más que otras bebidas. Porque estimula la charla, energiza y por un rato, aleja de las preocupaciones del día. Invita a la reunión de amigos y amigas.

No obstante, como cualquier bebida o comestible, no es bueno el abuso. La Autoridad de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea dio a conocer un metanálisis de 39 estudios en 66.531 personas en el que afirma que la ingestión de cafeína por parte de un adulto debe permanecer por debajo de 400 miligramos diarios. Esta cifra es el equivalente a cinco expresos o cinco latas de bebida energizante. De modo que no es poco lo que puede tomarse según los estudios.

La industria del café quiere expandirse en la Argentina por medio de la campaña “Amo Mi Café”, que arrancó hace cinco años.

Uno de los propósitos es desmitificar la creencia generalizada que existe respecto de que perjudica la salud. Es que, según se van realizando estudios médicos, a través de los años van cambiando las teorías de lo que es saludable o no, beneficioso o perjudicial. Como se señala más arriba, todo es nocivo cuando se lo consume en demasía.

Sabido es que la Argentina no es productora de café; aunque el nivel de consumo lo ameritaría, no están dadas las condiciones climáticas para ello. Aquí se compra café verde que luego empresas locales se ocupan de tostarlo. A lo largo del territorio nacional, hay alrededor de 350 tostaderos y cada provincia y ciudad tiene sus tostaderos de referencia. Este es el corazón del negocio en nuestro país.

Y aun cuando tiene tantos adeptos, el consumo por persona no llega al kilo anual y es por eso que la cámara busca estimular el consumo. Para ello buscan hacer café cada vez de más calidad porque eso es lo que exige el consumidor.

Pero lo interesante en el caso que nos ocupa no es el negocio sino el analizar el fenómeno: así como es reconocido que los argentinos nos reunimos siempre alrededor de una comilona, un similar grado de difusión tiene el café como espacio de encuentro, incluso aunque la infusión no esté en la mesa.  Con el paso de los siglos las conversaciones fueron pasando de las ágoras griegas a las plazas y baños romanos y a los mercados, donde se acordaban temas políticos, se decidía una guerra, se hablaba de los problemas matrimoniales, a los cafés, confiterías y bares de la actualidad. Formatos distintos para la misma necesidad de comunicarse, de encontrarse, de charlar de todo y de nada o de hacer confidencias, de hacer un alto en el camino de la cotidianeidad para pasar ese rato con amigos, con conocidos, con familiares.

Los siglos han pasado pero el ser humano es tan sociable ahora como lo era en el Siglo V antes de Cristo porque, como dijimos, viene con nuestra naturaleza y es uno de los costados más amables del ser humano.