Editorial

El relato oficial hace agua frente a la crisis económica


La realidad económica de muchos países se resintió tras la burbuja inmobiliaria estadounidense, uno de los países más poderosos del mundo pero también el más endeudado, lo que para ellos no significa un problema por el enorme nivel de actividad que tienen. Europa aún vive estas consecuencias, España sigue en recesión y Alemania está ingresando. El mundo empieza a mirar a China que ha decidido junto a Rusia no guiarse por el dólar sino por su propia moneda.

Esto es para poner en contexto nuestras problemáticas. En el caso de la Eurozona tiene que ver con el corset que implica el euro con el mismo valor para todos los países, las situaciones regionales o los endeudamientos como los de Grecia, Portugal y España. Italia se debate con más problemas institucionales que económicos, pero una cosa contamina la otra. Inglaterra sigue fuera del Mercado Común y está analizando a estas horas si una moneda tan fuerte como la libra se podría sacrificar por el euro.

Pero son economías con herramientas más o menos sólidas, muy insertas en el mercado internacional. No sucede lo mismo con América Latina, que por su historia más breve y complicada, ha tenido que rendir exámenes de integración al mundo económico no siempre exitosos. Brasil, por ejemplo, ha tenido una diplomacia más que hábil y una economía abierta, claramente. La Argentina, en cambio, ha tenido una política, que se ha reflejado en su diplomacia, sinuosa, a veces más abierta, a veces más cerrada. Lo que en definitiva nos ha convertido en un país pendular, lo cual no nos ha beneficiado.

Actualmente, con una economía semicerrada, y de acuerdo con las proyecciones del Fondo Monetario Internacional, el año próximo el país mostrará el crecimiento acumulado en cuatro años más bajo de toda América del Sur. Con estos datos y las estadísticas oficiales, el Producto Bruto Interno (PBI) habrá crecido sólo 0,5 por ciento.

Somos la contracara de la Bolivia de Evo Morales, ya que encabeza el ranking de crecimiento acumulado previsto entre 2012 y 2015. El país presentará una expansión de 24,1 por ciento a fin del año próximo; su potencial energético lo ha ubicado como el gran proveedor regional por lo que su balanza comercial es más que óptima. Esto demuestra que para crecer, un país debe necesariamente estimular sus exportaciones además del mercado interno. Detrás aparecen Perú con el 22,1 por ciento; Paraguay con el 22 por ciento; Colombia con el 19,2 y Ecuador con el 18,8 por ciento.

Siendo la Argentina la que ocupa el último lugar, le siguen, aunque con un poco más de crecimiento Venezuela con el 2,7 por ciento; Brasil con el 5,3 por ciento y Uruguay con el 14,4. Aunque con números más prósperos, en los tres países el oficialismo aparece complicado en sus respectivos ámbitos políticos. 

Durante casi una década, Argentina tuvo un contexto internacional muy bueno; los mercados emergentes y las economías más importantes del mundo compraban nuestros granos y el precio de la soja estaba altísimo. Sin embargo, en este segundo mandato la economía de la gestión Kirchner fue muy mala. Y no alcanza la baja de la soja –o que los productores esperen el mejor momento para venderla- para explicar la inflación, la caída del empleo, la recesión. Sólo la profundización de un modelo que está agotándose rápidamente y sobre el que se profundiza en lugar de cambiar algunos rumbos, es la pista a seguir para comprender por qué, después de crecer a tasas chinas hace unos años, hoy estamos atravesando un pésimo momento.

El relato, con esta economía que mira su propio ombligo y sólo buscar contentar votantes, viene fracasando, hace agua por todos lados.

La inflación es uno de los mayores generadores de pobreza, ausencia de crecimiento y del mal humor social que se hace evidente. A esta altura del mes, las calles, negocios y restaurantes comienzan a verse vacíos, sencillamente porque la gente la está peleando para llegar a su próximo recibo de haberes.

Estrepitosamente el modelo se deterioró hasta ubicarnos en una espiral inflacionaria sin retorno inminente sino todo lo contrario, por cuanto ninguna medida de la cartera de Kicillof apunta a morigerar el cuadro. Estamos, como ya estuvimos, en el fango, donde pataleamos y pataleamos buscando salir hacia arriba pero aquí seguimos quedando, bien abajo. Sólo nos “gana” Venezuela, que será nuevamente el país de América latina con mayor inflación en 2014, cercana el 64 por ciento. Un verdadero desastre. Detrás aparece la Argentina, que este año tuvo una suba de precios del 43 por ciento. Otro desastre.

El empleo privado muestra también la crisis económica. En los tres últimos años la creación anual promedio de puestos laborales fue casi tres veces menos que la registrada en la década que va desde 2001 hasta 2010. Un asunto que preocupa es el empleo público, que sostiene con sólo leves caídas la tasa de desempleo a costa de aumentar el gasto que pagamos todos. Se vienen registrando unos 40 mil puestos públicos nuevos anualmente desde que comenzó a flaquear el empleo privado. Es el costo que está pagando el Gobierno por haber descuidado los motores de crecimiento genuino, imponiendo cada vez más presión tributaria y trabas a la producción y menos incentivos para lograr inversión y crecimiento.

Hay analistas económicos que plantean que, en este caso, la economía actual está pagando los costos de no haber corregido el modelo a tiempo, porque no siempre lo que da resultado en unos años lo da para siempre e insistir y profundizar lo que ya no da resultado, ha llevado a la actual situación. 

"Durante casi una década, Argentina tuvo un contexto internacional muy bueno; los mercados emergentes y las economías más importantes del mundo compraban nuestros granos y el precio de la soja estaba altísimo. Sin embargo, en este segundo mandato la economía de la gestión Kirchner fue muy mala. Y no alcanza la baja de la soja –o que los productores esperen el mejor momento para venderla- para explicar la inflación, la caída del empleo, la recesión. Sólo la profundización de un modelo que está agotándose rápidamente y sobre el que se profundiza en lugar de cambiar algunos rumbos, es la pista a seguir para comprender por qué, después de crecer a tasas chinas hace unos años, hoy estamos atravesando un pésimo momento."

 


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