Editorial

El papa Francisco elude la Argentina por la grieta y el enfrentamiento


El título de este artículo tiene carácter de aseveración porque aunque el Vaticano no lo dice oficialmente, nos atrevemos a afirmarlo taxativamente.

En una nueva visita a Latinoamérica, el Papa Francisco desata verdaderas revoluciones de fervor popular en la ciudadanía de los países que pisa, en este caso Colombia, donde no solo los creyentes quedaron encandilados con su figura sino los que no lo son también.

A una nación profundamente herida por el narcotráfico y la guerrilla, que logró transformar a los violentos en un partido político, décadas que dejaron más de 220.000 muertos, secuestros, violaciones a los derechos humanos y rencor, el Santo Padre llevó un mensaje de paz y de perdón, pidiendo que se eluda toda tentación de venganza y apelando siempre a la reconciliación. Respaldó con fuerza el proceso de paz, fruto del acuerdo firmado el año pasado por el gobierno de Juan Manuel Santos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Celebró misa con un millón de personas. Cuando se reunió con 22.000 jóvenes que lo aclamaron en la Plaza Bolívar, en pleno centro de Bogotá, también los alentó a “atreverse a soñar a lo grande” para transformar a Colombia. A ellos les reservó el mejor discurso lleno de pasión e inspiración. Se sabe que uno de los principales objetivos del Papa son los jóvenes, porque son quienes dirigirán a futuro las sociedades que integran. Les dijo: “Aunque tuviera los ojos vendados, sé que este lío solo lo pueden hacer los jóvenes”, bromeó sobre el bochinche imperante haciendo vibrar aun más la plaza.

Este es el Papa argentino, lo más probable que sea no solo el primero sino el último que tengamos de nuestra nacionalidad. Un sacerdote jesuita profundo, de mirada social y un carisma que ha terminado por enamorar al mundo, donde es profundamente respetado. El mismo Santo Padre que posterga la posibilidad de volver a su país, va a Brasil, a Colombia, a Chile, pero no a la Argentina. En fin que recorre el continente, como otros tantos países del extranjero, sin detenerse en Buenos Aires, el lugar que lo vio nacer, algo que a muchos enoja.

Esta cuestión genera además todo tipo de especulaciones, críticas a veces incluso muy duras y quejas al respecto. Porque como siempre sucede, nosotros tenemos la tendencia a poner la responsabilidad en cabeza del otro, lo hacemos todo el tiempo y a través de nuestra historia podemos ver la prosecución de esta actitud. De modo que, en este esquema si el Papa no viene a la Argentina es porque no quiere, porque tiene intereses políticos encontrados con el Gobierno, porque busca dar tal o cual mensaje. Pero la realidad marca otras opciones que nos negamos a tener en cuenta. Por ejemplo, en este caso, tenemos que considerar que el motivo de la evasiva somos nosotros mismos, la ciudadanía.

Francisco conoce la Argentina, su dirigencia, su periodismo, sus sectores sociales, aquí ha nacido y se ha criado, de modo que presume seguramente lo que sucedería si visita nuestro país en medio de la enorme confrontación que atravesamos como sociedad, imprescindiblemente de las elecciones y de las orientaciones políticas. Nos hemos vuelto violentamente intolerantes y no estamos pudiendo disentir desde el diálogo sino que todo se dirime desde la confrontación física, a esto hemos llegado. Se puede decir que no todos somos así, pero lo cierto es que somos parte de una sociedad que cuando se siente aquejada se expresa de ese modo. Incluso cuando es para pedir paz y trabajo o compartiendo un objetivo común como lo es la aparición con vida del joven Santiago Maldonado. Sabe también Francisco de esta problemática social desatada en una carrera permanente por tomar la calle de parte de distintos sectores de la protesta, lo que lleva en algunos casos a que se utilice la fuerza represora para frenar algunas acciones, fuerzas que más de una vez por falta de entrenamiento terminan dando la nota más violenta aun que lo que se pretende evitar.

¿Podemos imaginar lo que desataría en nuestra dirigencia política una visita del Papa? La lucha por el aprovechamiento de su presencia sería interminable, los escándalos respecto de quiénes se le podrán acercar más o menos, las peleas herejes por un lugar en el palco, soñando con la foto detrás del Santo Padre. En fin que todo terminaría desvirtuándose, ayudado por los periodistas opinólogos y llenadores de horas de aire acusándolo de mirar a los ojos a un político más que a otro, de sonreir más a uno que a otro y la sociedad otra vez partiéndose al medio, por la visita del Santo Padre, que donde va une a la gente y acá puede dividir. Una de las paradojas argentinas, si viene aquí lo más probable es que terminemos peleándonos más. 

Decimos esto porque sin venir, tenemos la osadía de criticarlo en función de que leemos todo lo que dice o hace en clave política interna, como si el Papa fuese un protagonista más de nuestras idas y vueltas intestinas. Tanto que políticos, periodistas y ciudadanos comenzamos a perder la noción de la tarea que Francisco realiza en el mundo y lo metemos alegremente en la grieta que, a poco de los comicios de octubre, se vuelve abismo. Hemos visto en algunos programas periodísticos, además de en redes sociales, faltarle el respeto al Santo Padre por supuestas cuestiones políticas, utilizando a Francisco como al resto de la realidad, como una herramienta más para pelearnos.

Ya nos imaginamos el palco y sus alrededores, pensemos ahora lo que sería la calle: gente sinceramente afanosa de verlo, tocarlo, flameando pañuelos blancos y otros grupos aprovechando la ocasión para visibilizar sus protestas, con pancartas con consignas políticas y cánticos, desvirtuando el sentido de una visita papal.

Tampoco ignora el Santo Padre que tenemos estos problemas con la calle, marchas, conflictos, enfrentamientos, ollas populares y protestas todo el tiempo. Y lamentablemente es el espacio donde estamos dirimiendo buena parte de los conflictos sociales que nos aquejan, en algunos casos con violencia y con represión, dos caras de un mismo proceso. También temerá el Papa que su visita genere más problemas en las calles, ya que a la par de quienes irán a verlo por devoción habrá otros que irán con sus  quejas sabiendo que ese día, especialmente, tendrá más atención y cámaras que nunca. El choque puede producirse y nada puede entristecer más a quien predica la paz y la reconciliación como Francisco que en su país una visita pueda ahondar conflictos.

 

Lo que planteamos puede entristecer a unos o quitar expectativas a otros, pero es la realidad que estamos viviendo y la no visita del Papa se genera en función de esta situación, de nuestra situación, no la de él. Solo cuando mostremos actitud de pacificación y reconciliación podríamos pensar en una visita papal a la Argentina y ojalá llegue ese momento, no solo para ver a Francisco en su Patria sino porque significará que estamos sanando de tanta grieta.


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