Editorial

El día después, los evacuados, las ausencias previas y una pelea política


Cuando suceden estas tormentas feroces, con colas de huracán y mucha lluvia en poco tiempo, invariablemente el día después se sufre tanto o más que durante el fenómeno.

Restan 5.203 evacuados en 23 distritos bonaerenses, un muerto por electrocución y 158 escuelas bonaerenses sin clases. Este es el saldo, no el único, después de la sudestada. En datos objetivos, sólo en tres días cayeron 146,5 milímetros y se superó el promedio de lluvias de todo el mes, que es de 108,6 milímetros. 

La crecida del Río de la Plata provocó graves inundaciones. En la Capital, los bosques de Palermo quedaron bajo el agua, igual que otros barrios porteños. Aunque es para destacar que las zonas a las que se les hicieron los trabajos necesarios, quedaron exentas del padecimiento por primera vez en años: hablamos de Belgrano y Núñez, donde esta vez no tuvieron que protegerse con compuertas de chapa gracias a las intervenciones realizadas en la cuenca del arroyo Maldonado. 

En el Conurbano una de las zonas más afectadas fue La Matanza, con 1.400 evacuados. Y más cerca nuestro, Salto con 174 personas evacuadas y Arrecifes con 90, ambas localidades afectadas por la creciente del mismo curso de agua, ya que al río Arrecifes lo alimentan el río Salto y el arroyo Pergamino con sus respectivos afluentes. Fuera de esta cuenca pero cerca en distancia, San Antonio de Areco continúa bajo el agua. Al igual que Luján es un desastre, que puede ser apreciado a simple vista por los habituales conductores de la ruta Nº 8 ya que la carretera está anegada a esa altura.

Y nosotros, los pergaminenses, sabemos por experiencia que los números no expresan lo que humanamente sucede. Hay gente que tuvo metro y medio de agua en su casa y lo perdió todo y hoy, cuando va bajando el cauce que los inundó se dan cuenta de que no tienen nada, los muebles torcidos y rotos, mojados, la ropa manchada sin remedio. La sensación de desamparo y la necesidad de la presencia del Gobierno de la Ciudad, pero sobre todo de la provincia porque los sectores afectados son de menores recursos.

Esta zona de las cuencas de los ríos Luján y Areco ha quedado anegada en cada temporal más o menos fuerte de los últimos años. Quienes han crecido a la vera de estos cursos de agua reconocen que residen en zonas inundables pero dicen que el agua entraba a sus casas muy de tanto en tanto mientras que ahora sucede cada vez que llueve por varias horas.

¿Qué es lo que ha cambiado? Además de la mayor ferocidad de las tormentas producto del cambio climático, otro fenómeno viene sucediendo por el accionar del Hombre: crecimiento urbano descontrolado.

En el caso de grandes ciudades como Buenos Aires, los problemas de escurrimiento crecieron a medida que se fueron levantando las cada vez más altas y sofisticadas torres de departamentos y oficinas, donde antes había un espacio verde o como mucho un par de vivienda. Toda el agua que antes encontraba la tierra, ahora es estancada por estas moles de cemento que la canalizan hacia las calles.

En el caso de las localidades más pequeñas del interior provincial, especialmente -pero no de manera excluyente- las atravesadas por cursos de agua, el problema proviene mayormente de las zonas rurales adyacentes. Hasta allí también ha llegado la urbanización a partir del loteo de amplias extensiones, que fueron dotadas de infraestructura de servicios para las que se construyeron canales. Algo similar viene sucediendo desde hace años con productores agropecuarios, que han realizado de manera inconsulta sus propias canalizaciones para drenar sus tierras.

Como comentábamos en un anterior artículo editorial sobre este tema, estos anegamientos recurrentes se producen por una ausencia tanto del Estado municipal como del provincial: en las localidades afectadas, el primero no ha priorizado en su presupuesto la realización de obras ni bien se salió del anterior episodio de agua. Y el segundo no ha realizado en años una rigurosa labor del control sobre la construcción de canales ilegales. Del mismo modo que por aire Arba controla si alguien puso un nuevo ladrillo en su casa, debiera controlarse si alguien está cavando donde no corresponde. Tampoco la Provincia ha sido expeditiva en el giro de recursos a los municipios para que realicen las obras necesarias ni bien se sale de una inundación. De esto también podemos dar cátedra los pergaminenses, que si no fuera por la permanente intervención y persistencia de la Comisión de Seguimiento de Obras Pluviales (Cosopper) que se formó tras la tragedia de 1995, muy posiblemente no hubiésemos visto realizadas muchas de las obras que hoy nos salvan de quedar nuevamente bajo el agua.   

Hay campos en que el agua pasa por encima de los postes del alambrado. Todo lo que indica que, por lo pronto, se retrasará la siembra y que habrá campos en los que no se podrá cosechar por ahora. Esto significa pérdidas ingentes para el país y en algunos casos irrecuperables para los productores.

En esta situación desesperante que viven miles de familias que además de lo estrictamente material han perdido recuerdos, documentación, su historia, se ha colado en las últimas horas la pelea política. Daniel Scioli, después de su visita a Luján pasó por el club de la Sociedad Hebraica de Pilar, donde si bien había sido convidado a jugar un partido de fútbol, finalmente sólo se detuvo a saludar -según dijo- en gentileza por la invitación. No obstante, se puso un atuendo deportivo ya que todo el país lo pudo ver gracias a que alguien lo filmó y lo mandó a los medios para mostrar qué hacía el gobernador mientras a muchos bonaerenses los tapaba el agua. Inmediatamente se hicieron públicas las imágenes, Scioli salió a dar las explicaciones del caso. Enojado como no es habitual escucharlo, el gobernador aseguró que se trató de una jugada política a la que él mismo se prestó, según se deduce de sus dichos, para desenmascarar el modo de operar de Sergio Massa. Dijo que cuando se dirigía a Hebraica fue advertido de que no fuera a la cita ya que el intendente de Pilar (aliado de Massa) mandaría a alguien a capturar imágenes para luego escracharlo como finalmente se hizo. En síntesis, Scioli acusó a Massa de hacer política sucia y le recriminó que de “renovadora” no tiene nada su actitud. Detrás, obviamente, salió Massa afirmando que no tuvo nada que ver con la filtración de la foto y diciendo que Scioli debía llamar a todos los intendentes para buscar una salida a los evacuados y a esta inundación. El cruce incluyó falta de controles en Tigre en cuando a la construcción de barrios cerrados y sus canales clandestinos, mientras que del otro lado dijeron la única verdad comprobable de todo este “merequetengue”: es la Provincia la que concede las habilitaciones. Y, claro está, se las ha dado sin cuidado sobre los efectos de estas construcciones.  

Por lo demás, fue un cruce en que los anegamientos fueron una triste excusa para que los dos precandidatos presidenciales se echaran el guante a la cara. Lamentable.


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