Editorial

El cambio climático ya no es un problema a futuro; el agua sí


F

inalmente se van cumpliendo los vaticinios que las grandes potencias mundiales se negaban a aceptar, para no perjudicar algunas de sus principales industrias. El cambio climático ya está entre nosotros. 

El fenómeno que nació del uso irracional de la energía del planeta y sus espacios verdes, las enormes deforestaciones y las fábricas que contaminan grandes áreas del planeta, el calentamiento global, todo nos ha llevado a esta situación. 

La Naturaleza ha comenzado a defenderse violentamente de tantos abusos y falta de conciencia elemental, por eso las consecuencias han comenzado a sentirse en todos los países. Ahora la ONU pide que retomen las negociaciones para un acuerdo climático, de lo contrario, el problema sólo empeorará.

Sin ir más lejos, en Pergamino, un punto apenas del mundo, tras un martes agobiante cayó una lluvia copiosa, piedra y un viento que parecía la cola de un huracán. Y todo se armó en escasos minutos. Viviendas que nunca han tenido problemas se encontraron con agua adentro, la que se había filtrado por la violencia de la tormenta. Por momentos parecíamos habitantes de un país caribeño, esos que históricamente han sufrido este tipo de fenómenos.

No es de extrañar lo que nos sucede, no tendríamos por qué no padecer lo que el resto del mundo, pero de todos modos no dejan de asombrar cifras como la Ciudad de Buenos Aires, que ya lleva un acumulado de 1.924 milímetros en lo que va del año, lo que ya convirtió a 2014 en el más lluvioso de los últimos 113 años, según el Servicio Meteorológico.

Hubo vientos de hasta 117 kilómetros por hora en esa tormenta que padecimos los pergaminenses el martes, que provocaron la caída de árboles y cortes de energía eléctrica por la caída de ramas sobre los tendidos de cables. 

Felizmente no hubo consecuencias graves: agua que sacar, ramas que remover y ningún herido. Evidentemente hemos tenido más suerte que otras zonas bonaerenses y porteñas.

Para este verano se anticipan períodos de lluvias intensas en el área metropolitana y en las provincias del Litoral argentino. De modo que este fenómeno seguirá y habrá que estar preparados, sobre todo donde habrá lluvias pero con fuertes vientos que es lo que, en definitiva, agrava la tormenta.

También hemos venido observando que se han desdibujado las estaciones climáticas; además de que las primaveras y veranos son más cálidos y lluviosos estos últimos años, en los inviernos ya casi no se producen heladas ni se registran temperaturas bajo cero. Se dan amplios períodos de sequía que, aparte de causar daño per sé, hacen que la tierra no pueda absorber el agua debidamente. A esto hay que sumar que en las ciudades cada vez hay más cemento y menos terrenos, lo que también complica el escurrimiento. 

Aunque 2014 había empezado como un año seco, en febrero esa tendencia empezó a cambiar. Y tuvimos 10 días con lluvias superiores a los 50 mm hasta fines de noviembre. Estos fenómenos, dicen los especialistas, se producen en un contexto de alza promedio de las temperaturas y de cambio climático, así como de la aparición de la corriente de El Niño, en el Ecuador.

El Servicio Meteorológico Nacional analiza las estadísticas de todo el país y también ha sido un año muy lluvioso, por encima de la media histórica, en toda la provincia de Buenos Aires, en el sur del Litoral y en el norte de la Patagonia. Y según todo indica la tendencia continuará, por lo menos hasta febrero. Es decir habrá abundantes lluvias en lo que queda del mes, en enero y en febrero en la región del Litoral y la provincia de Buenos Aires. 

Las tormentas en nuestra zona hacen que las olas de calor sean más cortas que en 2013 por ejemplo que tuvo la temperatura máxima, en general, más alta de la historia. Ya que luego de las lluvias el clima refresca.

En realidad, lo que necesitamos, como dijimos al comienzo, es un acuerdo de países, donde los centrales se decidan a prestar su buena voluntad para evitar este efecto invernadero, del que tanto se habla y por el que poco se hace para revertirlo. Se trata de un fenómeno por el cual determinados gases, que son componentes de la atmósfera terrestre, retienen parte de la energía que la superficie planetaria emite por haber sido calentada por la radiación solar. Hasta allí, todo dentro del normal funcionamiento de la Tierra. El problema que es el efecto se está viendo acentuado por la emisión de ciertos gases, como el dióxido de carbono y el metano, debido a la actividad humana. Y es allí donde el hombre, en pos de su presente y para garantizar un futuro, debe detenerse y reformular no sólo su modo de producir sino también de vivir. Porque, al fin, lo que se produce es luego utilizado por todos que, sin demasiada conciencia, continuamos esta cadena nociva para el medio ambiente.

El uso irracional (esto es sin pensarlo, sin medirlo) de los recursos naturales, renovables y no renovables, también conlleva al desequilibrio de la Naturaleza que, de tanto en tanto, eclosiona.

A nuestro alcance, todos los días, está hacer un uso adecuado del agua, insumo vital si lo hay. Tanto que nadie duda que será motivo de las próximas guerras entre naciones. Así como antes fue el petróleo en Oriente y nosotros lo miramos por TV, la desesperación por controlar las reservas mundiales de agua dulce generará conflictos bélicos donde seguramente quedaremos inmersos ya que en nuestro país está el mayor reservorio del líquido vital: el Acuífero Guaraní y la inmensidad de los glaciares. ¿Entendemos su importancia para el mundo? ¿Se está haciendo algo para preservarlos?

No. De eso, que es altamente relevante, nadie habla. Y así estamos.


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