Editorial

De análisis, opinólogos y errores de concepto


La  elección de octubre ya entró en la recta final y, como es obvio que suceda, el Gobierno pretende trasladar la victoria de Corrientes al plano nacional. Por eso, busca prolongar los festejos y hoy Mauricio Macri recibirá al gobernador electo Gustavo Valdés. Es para el PRO una buena noticia porque con este triunfo retiene una provincia que, merced a alianzas electorales previas, ya tenía.

La victoria de Valdés, delfín del gobernador saliente Ricardo Colombi, es para el Gobierno “síntoma” del avance del oficialismo en todo el país.

En términos de una contienda política tan próxima, es natural que el macrismo haga ese análisis que le resulta conveniente, transmitiendo triunfalismo, y tratar de que esta idea rebote en la provincia de Buenos Aires, donde tuvo un virtual empate técnico con el kirchnerismo. Lo que, en cambio, no es natural es que el periodismo replique este análisis como propio, porque no es veraz establecer un paralelismo entre un triunfo local y uno nacional, mucho menos con uno en otra provincia tan distante y diferente como es Buenos Aires respecto de Corrientes. Es un concepto erróneo y una subestimación al electorado el creer que en cada localidad el votante se dejará llevar por la ola amarilla sin fijarse quiénes son los postulantes. Es lo mismo que aseverar que el conocimiento por pertinencia y proximidad que tiene el votante con los candidatos de su lugar no tienen peso alguno y que no puede discernir entre quienes componen una boleta. En Corrientes mismo, Valdés ganó porque los correntinos lo visualizaron como el mejor postulante, porque es claro que cada provincia, más estando tan lejos de los distritos centrales de las disputas como la provincia de Buenos Aires, ofrece su voto no contaminado por otras regiones. 

Si no fuese así, ¿cómo se explica que el macrismo gana 10 provincias y la oposición en sus diversas formas triunfa en 13? Esto se genera porque hay un electorado que ha ido madurando su voto distrital y provincial con independencia muchas veces de la tendencia nacional que tiene para sufragar. Esta evolución ha llevado a que los argentinos, en todo caso, aprendamos a cortar. Es una destreza que paulatinamente hemos adquirido y que livianamente la prensa desacredita en pos de titulares rimbombantes.

Ejemplos sobran respecto de la independencia del voto de los argentinos; en Pergamino mismo obtuvo cuatro triunfos como intendente Héctor Gutiérrez cuando tres de esos comicios estaban signados por gobernador y presidente de origen peronista. Mismo análisis podemos hacer a la inversa, planteando que mientras el kirchnerismo ganaba en Nación y Provincia, Lisandro Bormioli perdía en nuestra ciudad.  Más recientemente, en el Quilmes de Martiniano Molina, electo hace menos de dos años, el macrismo perdió las Paso. Esto sucede porque a la hora de votar el candidato de proximidad, pesa mucho más el conocimiento previo, las experiencias vividas y la vecindad que cualquier tendencia nacional.

Por eso decimos que es tan erróneo plantear en los medios el triunfo del PRO en Corrientes como un signo a favor de la disputa nacional y mucho más traído de los pelos, como una victoria sobre Cristina Kirchner que compite ¡en la provincia de Buenos Aires! Nos parece un retroceso el análisis periodístico que hemos visto en varios medios nacionales, sea por grosero error o por operación política pensando que favorecen al oficialismo, lo que están haciendo es fomentar el voto poco pensado, el dejarse llevar por el momento y lo que dicen los opinólogos. 

Por eso diferenciamos claramente lo que dice el oficialismo, que es por otra parte lo que cualquier sector político diría en su lugar, que es plantear que lo que pasó en Corrientes es porque Valdés apoya a Macri y sacar ventaja de este comicio provincial que se cuela en medio de las elecciones de medio término. Y otra cuestión muy distinta es que salgan periodistas haciendo un análisis tipo coro, para influir en el votante. 

En el marco de una campaña no es criticable que Marcos Peña, como vocero de parte, diga que el objetivo del Gobierno de cara a la elección del 22 de octubre es “hacer una elección fuerte” porque “la Argentina lo necesita para consolidar el proceso de cambio que fue duro, por la transición económica y el cambio político, para que este cambio sea de verdad”. Y que para reforzar ese spot tome cada triunfo local como parte de uno nacional. Como tampoco es criticable que Sergio Massa diga que es necesario salir de la polarización entre “ricos o corruptos” o que Cristina Kirchner promocione que el Gobierno planea seguir con temible ajuste después de octubre. En campaña cada postulante elige dónde pararse y con qué mensaje llegar a la ciudadanía que es la que después elige lo que le parece. Así es la democracia y digan lo que digan los candidatos la última palabra la tenemos los votantes, especialmente cuando además de discursos contamos con el conocimiento cercano o la experiencia previa para elegir entre candidatos locales.

Pero el periodismo debe pararse en otro lugar. El periodismo, vale recordarlo ahora y siempre, tiene una responsabilidad comunicacional no exenta de deberes para con los lectores, los escuchas o los televidentes y la verdad es que analizando que los ciudadanos votan como corderos, en cualquier rincón del país, a cualquier candidato que diga que es oficialista es un absurdo como afirmar que en las provincias donde no gana el macrismo la culpa la tiene el presidente. Ni una cosa ni otra. A los argentinos nos cuesta mucho evolucionar en el marco de esta democracia, que no deja de ser joven comparada con otros países, y cierto es que hemos avanzado lo suficiente como para que cuando hay intendentes o gobernadores en juego, sepamos qué valores defender a la hora de votar y lo diferenciamos de los comicios presidenciales, donde muchas veces ponemos en juego otros intereses que no se compatibilizan con los regionales o puramente locales. 

En fin, hay análisis que a veces resultan curiosos como en este caso. Pero los argentinos debemos seguir avanzando y siendo cada vez más exigentes con nuestros mandatarios porque, precisamente, por haber sido muchas veces en el pasado tan laxos respecto de quienes nos gobiernan, nos pasaron tantas cosas olvidables. Más cuando una encuesta aparecida ayer en los medios nacionales indica que un 48 por ciento de la población cree que “la corrupción es inevitable”. Claro que es evitable, si nos plantamos como votantes y como ciudadanos, más temprano que tarde vamos a erradicar esa sucia mancha de aceite que se ha ido extendiendo y que nos ha hecho tanto daño como país.


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