Con el Papa Francisco, de eso sí se habla

Desde la llegada de Jorge Bergoglio al Papado muchas cosas han cambiado en el Vaticano, todo siguiendo la apertura que pretende llevar a cabo e iluminado con la labor pastoral que realiza como el más supremo servidor, tal como el propio Francisco se denomina, despojando la imagen de jerarcas que ha caracterizado históricamente a las autoridades eclesiásticas. Todas las iniciativas que el Papa ha tomado con la premisa de acercar a los hombres a la fe, especialmente a los jóvenes, han provocado tanto  aceptación como discusiones entre los obispos, porque los hay reformistas pero también los hay conservadores. Esto genera posiciones divergentes de cara al sínodo que se realizará el año que viene.

Francisco cerró esta semana la antesala de ese encuentro de 2015 sobre los desafíos de la familia con un discurso en el que llamó a la Iglesia a “no mirar a la humanidad desde un castillo de vidrio para juzgar o clasificar a las personas” sino a tener las puertas abiertas para recibir a todos, especialmente a pecadores, necesitados, prostitutas, arrepentidos “y no sólo a aquellos que creen ser perfectos” o, dicho de otra manera, que –aparentemente- cuadran con los cánones de la Iglesia.

El aplauso vibrante que recibió de los 253 participantes fue todo un gesto de que la mayoría de la Iglesia sigue sus ideales de reforma que hablan de combatir la corrupción tanto afuera como -y especialmente- dentro de la institución. Pero sobre todo, con ese y otros gestos, pretende como buen pastor devolver al rebaño a las ovejas que se han ido; algunas desilusionadas por no haber encontrado la contención que se predica, otras espantadas por el accionar de ciertos ministros y la corrupción en general.  Aunque especialmente Francisco quiere atraer a quienes fueron expulsados por la propia Iglesia por no cumplir con los parámetros del Derecho canónico. Se trata de una población cada vez mayor que ha quedado excluida de ciertas prácticas religiosas como los divorciados y homosexuales. Claro que para formalizar ese retorno, Francisco tiene que lograr los consensos necesarios para las respectivas reformas, que no son más que adaptaciones a la posmodernidad que hoy vivimos. En todas las eras tuvieron que hacerse reformas para adecuarse a los signos de los tiempos y nosotros, precisamente, estamos transitando un cambio de era que amerita estas revisiones sobre las leyes que, al fin y al cabo, aunque inspiradas por Dios, fueron escritas por el hombre, con todas sus subjetividades, intereses y falencias.

Durante este encuentro de obispos se produjo la aprobación de la Relatio Synodi, un documento de carácter consultivo que servirá de base para que los episcopados de todo el mundo se preparen para un segundo sínodo, en 2015. En el mismo se plantean estas preocupaciones de Francisco y de la gran mayoría de los pastores que realizan un trabajo en la sociedad, alejado de libros y escritorios. 

Al momento de votar no hubo unanimidad porque persiste un sector conservador que se opuso a las reformas, como dijimos. Aun con los efectos futuros que pudiera tener, el Papa priorizó la transparencia y decidió que por primera vez en la historia se publicaran las votaciones puntuales de cada párrafo del documento final, como para que todos los cristianos sepamos lo que cada obispo piensa.

Las divisiones entre los que aceptan el cambio y los que no, fueron notorias en cuanto a la apertura hacia los divorciados vueltos a casar y a las parejas homosexuales: tres párrafos del documento final del sínodo relativos a esas cuestiones no obtuvieron la mayoría de dos tercios necesaria para su aprobación.

De todos modos, sí obtuvieron una mayoría importante, que indica que los obispos en general apoyan las ideas de Francisco, en favor de un ulterior debate y de una eventual apertura en esas dos cuestiones. Puesta la cuestión en números, el párrafo 52, sobre la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a los sacramentos luego de un camino penitencial y tras analizar cada caso, obtuvo 104 votos a favor y 74 en contra. Y el 53, que llamaba a profundizar este tema, obtuvo 112 “placet” y 64 “non placet”. En tanto, el párrafo 55 sobre la atención pastoral a las personas con tendencia homosexual logró 118 votos a favor y 62 en contra.

Los obispos conservadores rechazaron de plano estos dos temas y están en contra de las ideas aperturistas del Papa. Pero los números, que el Papa quiso que fueran publicados para que los episcopados de todo el mundo supieran realmente cómo están las cosas, certificaron que son mayoría los obispos reformistas, abiertos a una profundización de la discusión y a un eventual cambio.

Los debates previos a las votaciones fueron imbricados y el Santo Padre se mantuvo en silencio escuchando atentamente las posiciones sobre los temas que había puesto sobre la mesa, muchos de los cuales antes ni se mencionaban. Hete aquí lo más importante: Francisco hizo que se hablara de estos asuntos que hasta ahora la Iglesia había ninguneado, como si no existieran católicos divorciados u homosexuales en el mundo, con el mismo derecho que cualquier otro feligrés de ser atendido en sus necesidades. 

“Personalmente, me habría preocupado y entristecido si no hubiera habido estas animadas discusiones, o si todos hubieran estado de acuerdo”, dijo al aludir a las divisiones. No obstante el Papa también recordó que más allá de los debates, es él quien tendrá la última palabra en todas las temáticas planteadas. Y eso es una buena noticia.

Es realmente un orgullo para la Argentina que este Papa nacido en nuestra Patria quiera una Iglesia para todos, abierta y aceptando errores y arrepentimiento de sus hijos sucede en cualquier hogar y como predica el propio Cristo en los Evangelios. 

"Los debates previos a las votaciones fueron imbricados y el Santo Padre se mantuvo en silencio escuchando atentamente las posiciones sobre los temas que había puesto sobre la mesa, muchos de los cuales antes ni se mencionaban. Hete aquí lo más importante: Francisco hizo que se hablara de estos asuntos que hasta ahora la Iglesia había ninguneado, como si no existieran católicos divorciados u homosexuales en el mundo, con el mismo derecho que cualquier otro feligrés de ser atendido en sus necesidades."