Editorial

Cerramos el año con preocupaciones económicas


La Argentina registrará este año el peor déficit comercial de su historia. Es un cóctel complejo el nuestro, que no es nuevo sino ancestral, al que se suman más recientemente la falta de dinamismo de las exportaciones atada al atraso cambiario, los costos logísticos altísimos de nuestro país, problemas de infraestructura, la presión tributaria que es una de las más altas del mundo y la escasa diversificación. Nuestra matriz productiva, a la vez que nos pone en el centro de los mercados, nos termina perjudicando. ¿Cómo es esto? Nosotros exportamos esencialmente commodities que tienen precios de pizarra, reglados, y prácticamente nada que lleve valor agregado. Así, lo mismo que nos hace grandes, lo que tenemos por bendición de la Naturaleza y lo que sabemos trabajar, que es el campo, nos limita en el fiel de la balanza. Porque todo aquello que no tenemos, no fabricamos o no sabemos hacer, lo importamos y son todos productos de alto valor agregado.

Tampoco es un secreto que hay mayor proteccionismo en Estados Unidos con la administración Trump y los europeos dilatan un acuerdo comercial con el Mercosur. Brasil no termina de salir de su crisis y es nuestro principal socio en la región. China no compra alimentos elaborados, compra soja en grano, ni aceite ni galletitas ni ningún derivado del producto natural. De modo que la situación para mejorar nuestra balanza comercial es complicada. Y la frazada corta no ayuda, porque por ejemplo el alza del dólar es una buena noticia para la exportación, pero recalienta la inflación del mercado interno, lo que apunta a un verano muy difícil. 

Los técnicos del Indec afirman que noviembre fue el peor de 2017, con un saldo negativo de 1.541 millones de dólares en la balanza comercial. Además se trató del mes con la mayor suba de importaciones del año y estuvo tercero en el ranking de peores exportaciones. Un cóctel explosivo.

En lo que va de este año, el rojo comercial acumula 7.656 millones de dólares, un número nunca visto en la historia argentina. Las importaciones suman en ese período 61.538 millones, mientras que las exportaciones alcanzan 53.881 millones. Economistas consultados calcularon que el cierre del año será testigo de un déficit al borde de los 9.000 millones de dólares.

Lo cierto es que en este año todos los ítems exportables muestran números negativos, incluso los productos primarios, que profundizaron sus magros datos durante noviembre. El único número que sube es el de las manufacturas de origen industrial, con un alza de 10,5 por ciento en el año. Este fenómeno se debió al leve incremento de exportaciones de autos a un Brasil que se recupera lentamente de su crisis político económica. Y, como decimos, las importaciones, superaron con creces a las exportaciones en lo que va del año. Allí subieron las variables asociadas a la inversión, como bienes de capital, bienes intermedios, piezas y accesorios para bienes de capital (repuestos), pero también aquellas que indican una mayor apertura comercial, como bienes de consumo o autos. 

El problema comercial, creen los analistas, no obstante no viene por el lado de las importaciones sino en las escasas exportaciones. Los problemas de competitividad son históricos en la Argentina, los impuestos que pagamos son de los más altos del mundo (sin el retorno en servicios que se ve en otros países). Y los costos logísticos son muy pesados en la Argentina. Ponemos un ejemplo clásico: nos sale más barato traer manzanas de Chile que traerlas del sur de nuestro país. Eso lo dice todo.

También las altas tasas de interés que paga el Banco Central por las Lebac, con las que se pretende bajar la inflación con poco éxito, no son precisamente un incentivo a que el país produzca. ¿Por qué invertir en un país de tan alto impuesto, mercado acotado, conflictividad laboral alta, cuando poniendo el dinero en títulos públicos gana una pequeña fortuna sin ningún problema ni riesgo? 

Esta cuestión es parte de una problemática económica que tiene muchas aristas; producimos poco, no hay niveles de inversión aceptables y el déficit fiscal se hace claramente pesado. El mercado interno atraviesa por un concreto enfriamiento, a medida que los servicios públicos se encarecen por la eliminación de subsidios. Esto se hacen muy pesados de pagar a los ciudadanos pero el peso del Estado no se ha alivianado de forma sustancial. Dicho esto sin olvidar que lo que más aumentó en este año son los intereses de la deuda que más temprano que tarde deberemos comenzar a honrar. 

En fin que 2018 será un año de complicaciones económicas para la Argentina, inmersa en un mundo que no atraviesa tampoco un buen momento. Mientras el Gobierno sigue profundizando los cambios con los que pretende que el país comience a despegar, con medidas que como es natural generan resistencia en distintos sectores, según les toque mayor o menor ajuste. Pero por el momento los cambios se vienen imponiendo aun a costa de cierta conflictividad social y el resultado lo veremos en el mediano y largo plazo.

Mientras tanto, en mitad del río es difícil vislumbrar la otra orilla, porque las noticias como las de la balanza comercial tan desequilibrada no son auspiciosas y los incrementos de los servicios se siguen generando. 

Cerramos el año con preocupación.


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