Editorial

Buscar mayor concordia aun en las diferencias


Estamos atravesando la Semana Santa, la conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Siendo una fecha tan señalada para quienes profesamos el culto católico, es un período de intensa actividad litúrgica en las iglesias. Da comienzo el Domingo de Ramos y finaliza el Domingo de Resurrección. La fecha de la celebración es variable (entre marzo y abril según el año) ya que depende del calendario lunar.

La Semana Santa, para quienes no conocen los ritos de la cristiandad, va precedida por la Cuaresma que finaliza en la Semana de Pasión donde se celebra la eucaristía en el jueves santo, se conmemora la Crucifixión de Jesús el Viernes Santo y la resurrección en la Vigilia Pascual durante la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección. El llamado Triduo Pascual es la festividad central de estos eventos.

Tanto para los cristianos quienes creemos en Jesús como hijo de Dios en la Tierra, como para los que profesan otras religiones y lo consideran un predicador, es de destacar que lo que se conmemora en esta semana es una enorme tragedia humana, nacida de la incomprensión y el odio irracional, que es el que lleva a Jesús a la horrenda muerte crucificado, una dolorosísima opción que utilizaban los romanos conquistadores para con quienes  resultaban rebeldes.

La verdad es que han pasado más de veinte siglos, pero la humanidad sigue resistiéndose a comprender que la paz es siempre un don que se debe cuidar, ya vemos cómo el mundo se va deslizando hacia conflictos de proporción, Estados Unidos, Corea del Norte y Rusia están en alerta y Europa también enciende luces naranjas. Hay amenazas duras y ya comenzaron aprestos para un futuro enfrentamiento. El Papa Francisco viene alertando sobre la posibilidad de una tercera guerra mundial y en esta Semana Santa ha renovado sus advertencias.

Evidentemente la durísima lección aprendida en las dos grandes guerras mundiales que enlutaron el siglo XX se están olvidando rápidamente, lo que preocupa y genera temor. Sabemos lo que estos desastres bélicos dejan a su paso y no podemos menos que rogar por mantener la paz en el mundo y sobre todo para aquellos países que ya están en guerra como sucede en Oriente Medio. Allí hemos visto los estragos y el dolor que causa todo el daño que se viene generando. Así como los atentados que mantienen en vilo a Europa, porque se producen contra la población civil inocente.

Esta Semana Santa nos lleva a reflexionar sobre un mundo convulsionado, pero también sobre una Argentina que está socialmente sacudida por una grieta que ya se va haciendo abismo. Enfrentados por razones económicas y políticas, tenemos piquetes, represiones, marchas a favor de unos y en contra de otros, protestas, paros, cortes de rutas, de calles y puentes. La verdad es que, más allá del derecho a la protesta que tienen todos los sectores, los que están a favor y los que están en contra del Gobierno, debiéramos meditar respecto al camino que deberíamos tomar para lograr niveles de mayor concordia.

El enfrentamiento social solo escalará y la vida se hace muy difícil para los argentinos que atravesamos una crisis económica, llegar a ver la luz al final de un túnel en el que estamos en medio de tanta confrontación. Precisamente, esta fecha señalada por la cristiandad, nos debiera llevar a pensar con la mente abierta, dejando las expresiones de odio social que se refleja en las redes sociales, donde muchas veces tras el anonimato (y a veces ni siquiera) se expone la situación en términos de una guerra que, en nuestro país, no tiene sentido de ser.

Vivimos en una democracia ganada hace ya varias décadas y la alternancia en el poder es una circunstancia natural, lo decimos tanto por los sectores opositores que querrían que el Gobierno termine anticipadamente, como por el oficialismo que busca profundizar la grieta para sacar ventaja electoral. Estas circunstancias no auguran nada bueno y es por eso que resulta preocupante. Tampoco hay cuidado en el uso de las palabras, dirigentes y comunicadores inflaman los ánimos de unos y otros. Palabras como “mafias”, “quemar la Casa Rosada”, “chorros”, “asesinos” y todo un rosario de agresiones con las que día a día nos vamos alimentando hasta que, esperemos que no suceda algo irreparable.

No se pretende que no se proteste, ni tampoco que el Gobierno no trate de mantener el orden, pero tranquilamente se podrían hacer las dos cosas sin llegar a choques que son riesgosos y que solo generarán más enfrentamientos sociales. Creemos que oficialistas y opositores deberían bajar el tono de la pelea. No olvidemos que se acercan las elecciones, pero los meses que faltan son suficientes como para que la problemática se torne más violenta.

Precisamente en esta Semana Santa debiéramos reflexionar sobre nuestro presente, intentando un camino de mayor concordia, aun en nuestras diferencias, de eso se trata una República.

 


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