Editorial

Al fin, todo se trata de un problema de confianza


Antes de ingresar en las duras encerronas económicas que tenemos y la posibilidad de lograr algunos avances en Davos, con la presidencia de Mauricio Macri del G20, aparece una muy buena noticia: Holanda comprará un reactor nuclear que construirá el Invap. Había tres países finalistas para la compulsa, Francia, Corea y Argentina y ganamos la puja. La noticia se conoció luego de una audiencia con la Reina Máxima en Suiza en el marco del Foro Económico Mundial.

El contrato es entre la Fundación Pallas e Invap, por el diseño y construcción de un reactor de investigación y producción de radioisótopos para usos medicinales en la ciudad de Petten, Holanda del Norte. Un megaproyecto que atravesó diversos gobiernos desde el de Menem pasando por el kirchnerismo y ahora el macrismo, lo que demuestra que cuando los argentinos asumimos políticas de Estado nos va bien. Lástima que esta actitud la tenemos con muy pocos proyectos.

Y es así que Invap, la empresa de tecnología de Río Negro, se hará cargo de un proyecto varias veces millonario, ganando frente a otros países fuertes candidatos.

Por lo demás, Macri habló como presidente del G-20 ante los líderes del mundo, mantuvo reuniones con los máximos dirigentes de los países europeos, siempre tratando de impulsar inversiones a nuestro país. Y, sobre todo, trabajando en un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea.

También relanzó sus objetivos de combatir la pobreza en la Argentina y recordó a los líderes de todos los países presentes en Davos que nuestro país ha dado un viraje de apertura al mundo.

Aquí se mira la gira europea de Mauricio Macri con poca expectativa respecto de las inversiones que en el corto y mediano plazo pueda lograrse de esta gira o la presidencia del G20. Tiene una enorme vidriera, pero el capital es engañoso y busca por sobre cualquier otra consideración su ganancia y las condiciones objetivas que se les ofrezcan.

Y uno de los tantos economistas que advierten sobre la problemática es el exsecretario de Finanzas de la Nación, Guillermo Nielsen, quien cuestionó al Poder Ejecutivo por “abandonar el camino correcto” en materia inflacionaria y advirtió que “la Argentina no puede tolerar un nuevo fracaso económico”.

Que la Argentina sea uno de los cuatro países del mundo que no puede combatir la inflación, dice mucho de nosotros, de la desconfianza que tenemos en el peso y nuestra fuga al dólar, que nuestros funcionarios tengan sus fortunas personales fuera del país, lo mismo que nuestros grandes empresarios, no recrea precisamente un ámbito para la inversión.

La fantasía de que subir la meta de inflación nos ayudará a tener un poco más de crecimiento económico no existe, es una teoría probada mil veces en la Argentina siempre con malos resultados.

Nielsen es lapidario al respecto en una nota aparecida ayer en Ambito Financiero: “Los anuncios de inversiones son un verso. Es condición necesaria pero no suficiente. Los Ceos que están en el Foro de Davos, si bien tienen una buena predisposición, también tienen dudas que juegan en los directorios de las corporaciones. Y son estos directorios los que voltean las mismas porque no hay certezas. Salvo cosas muy específicas y ligadas a alguna cuestión natural como puede ser el litio. Ahí tenés un recurso. Eso sí es un ancla de inversiones. O en el sector agropecuario que sigue siendo un sector que invierte, donde no hay una corporación sino que tenés un mercado muy competitivo”.

El reconocido economista pone en palabras técnicas la poca expectativa que tiene el hombre de a pie respecto de estas giras internacionales. 

Al fin la Argentina tiene mucho menos de lo que creemos que ofrecer, porque frente a enormes recursos naturales, nuestro mercado es pequeño, los costos de producción son altísimos, cargas laborales, impuestos de todo calibre, incluso distorsivos, la logística es de las más costosas del mundo por kilómetro, la energía se ha encarecido, las naftas también. La cuestión social es otro problema, con un gremialismo exacerbado y poco fiable, con dirigentes millonarios atornillados a sus sillones hace veinte y treinta años. ¿Hay alguna razón para que llegue una lluvia de inversiones? 

No solo no hay razones para que vengan, sino que en realidad el Gobierno por un lado intenta atraerlas pero en la práctica no hace los esfuerzos necesarios en materia impositiva para que se radiquen capitales en la Argentina, salvo por sus recursos como bien señala Nielsen.

En realidad, sin esperar tormentas de inversiones externas que al fin no son ni una garúa en la realidad, si tan solo pudiéramos convencer al enorme capital ocioso que tienen los argentinos en la bicicleta financiera y en los bancos extranjeros de invertir, podríamos reactivar claramente la economía. Pero por las mismas razones que no invierten los propios, tampoco lo hacen los foráneos. 

En definitiva todo se termina reduciendo a un problema de confianza, si nosotros no confiamos no esperemos de afuera lo que no logramos adentro y este es el gran desafío de Macri, que el capital nacional o extranjero crea que aquí puede ganar dinero. 

 

¿Será posible?


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