Editorial

A 50 años de su creación Mafalda sigue vigente


Cumple 50 años la nena más famosa y aguda de la Argentina: Mafalda, un personaje de Quino que atravesó varias generaciones y se ha exportado a otros 30 países, lo que demuestra que las problemáticas globales no son tan distintas. 

La tira, de apariencia infantil y que de hecho los chicos leían, atrapó también a los mayores porque transmite ideas profundas sobre el mundo que nos rodea pero planteados desde la más doméstica tranquilidad de un grupo de amiguitos, sus padres y su pensamiento.

La trama la protagoniza una rica galería de personajes con sus características bien marcadas, que asemejan en sus formas y actitudes a distintos sectores de la sociedad: Felipe y su vagancia, el estereotipo del “gallego” inmigrante en Manolito, las aspiraciones de una típica niña de clase media de aquellos años en Susanita y su antítesis en la ambiciosa Libertad, la inocencia de Miguelito, entre otros. Y es en el juego y la interacción de los amigos donde se da la riqueza de las ideas, las distintas crianzas de cada uno, quienes a través de su niñez se transforman en un muestrario de su familia, sus necesidades y problemáticas.

Se sigue leyendo hasta nuestros días, por separado o en las ediciones especiales que compilan las tiras completas que, si bien reflejan la década del 60 y sus conflictos, se ha transformado en un clásico porque el mundo sigue teniendo guerras y la clase media -que tan bien se describe en la historieta- sigue haciendo cuentas para poder irse de vacaciones. 

Quino sostiene que la tira tiene vigencia porque repetimos los mismos errores históricos una y otra vez. De modo que nada de lo que plantea Mafalda ha pasado de moda o envejecido, por eso gusta tanto a las nuevas generaciones que, no sólo la encuentran graciosa sino que además la entienden y se reflejan en sus actos y dichos.

La niña era hija de un padre corredor de seguros y la madre ama de casa, típico matrimonio de clase media con dos hijos, Mafalda y Guille. Viven resignadamente su existencia haciendo números y cuentas para ver si pueden cambiar el Citroen. Y es Mafalda la que los trata de despertar con sus interrogantes siempre profundos. Susanita es la típica niña que quiere casarse como mayor objetivo y tener muchos hijos. Este personaje ha calado tanto que cuando una mujer espera nada más que conseguir un hombre, casarse y tener familia, se le dice “sos una Susanita”. Manolito es el hijo del almacenero, piensa en compras y ventas como único plan de vida, su objetivo económico es el comercio. Miguelito vive su mundo de ensueños pensándose un héroe de historietas pero en realidad es haragán y sin valor para enfrentar conflictos. Miguelito es soberbio, se levanta pensando que no hay otro como él y dice “hoy me levanté pedante”. Libertad es el producto de un matrimonio joven de izquierda y todo lo que plantea tiene esa coloratura. En ese pequeño universo Quino juega, interroga y nos lleva a pensar si ser humano es, en estas épocas, casi una enfermedad. 

Los millones de fanáticos que tiene en la Argentina y el mundo ven en esta niña un pensamiento sin filtro que incita a reflexionar y la denuncia permanente de la deshumanización en que hemos caído. Sus conclusiones nunca son inocentes, siempre está el aguijón de un interrogante de difícil respuesta. Porque en cada tira siempre hay algo de las grandes dudas existenciales del ser humano. Aunque la tira nos haga sonreír, las más de las veces nos hace pensar.

Por otra parte Mafalda nació en una década más que agitada: los Beatles, las armas nucleares que hacían su aparición, la televisión que era una verdadera revolución en las comunicaciones, el enfrentamiento entre el liberalismo y el comunismo estaba atravesando una etapa de esplendor y de odio mutuo. La Guerra Fría con su Vietnam, la amenaza china, en la Argentina se vivía “La Noche de los Bastones Largos” de Onganía atacando ferozmente las universidades. No obstante las reflexiones de Mafalda y sus amigos parten de estos y otros hechos puntuales, su mensaje los trasciende para cuadrar con cualquier otro episodio de la historia que siguió y la que vivimos. Porque, como dice Quino, seguimos cometiendo los mismos errores. Sólo cambian los protagonistas y algunos elementos ornamentales. Seguramente la Mafalda de hoy no se horrorizaría mirando televisión sino navegando en Internet, pero arribaría a las mismas conclusiones.

Otra cuestión que siempre resultó atrayente de Mafalda es su lenguaje, sutilmente utilizado por Quino para decir lo que quería, ponerlo en la boca de una niña y pasar inadvertido a la censura, que era terrible. Por aquel entonces había que insinuar más que decir, de modo que Mafalda siempre tuvo que ser apenas críptica para eludir a los dictadores de turno.

Hay una frase del gran escritor Umberto Eco que definió a Mafalda como “una heroína iracunda que rechaza el mundo tal cual es, reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres”. Impresionante que un autor de su talla sea fanático de la tira. Eso nos da la dimensión de la obra de Quino no sólo en la Argentina sino en el mundo.

Festejemos los argentinos la existencia de Mafalda, acompañando tantas generaciones, y la genialidad de Joaquín “Quino” Lavado, su creador. Pero al mismo tiempo, no podemos dejar de lamentar su vigencia, que nos habla de errores repetidos y lecciones no aprendidas. Todo lo que se resume la frase de Quino: “El presente sigue siendo impresentable”.


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