El arte callejero como sustento y modo de vida

Aprovechando el corte del semáforo y el descuido de la patrulla urbana, “Coni” Saldivia y Emiliano Correa hacen malabares con machetes para los automovilistas, en la esquina de Avenida de Mayo e Italia. Así se ganan el pan y recorren la Argentina y gran parte de América Latina llevando como única bandera el arte urbano.

DE LA REDACCION. Se considera arte urbano o callejero a todo aquello que engloba a las diferentes expresiones artísticas que se representan en la calle como forma de protesta o como simple representación artística de un aspecto de la cultura popular o tradicional de una zona concreta o simplemente de los movimientos sociales más predominantes en cada territorio.

Precisamente, debido a ese carácter urbano y de reflejo de la sociedad que vive en cada zona y con la ventaja de localizarse en lugares públicos y muy transitados, el arte urbano pretende sorprender a los espectadores tanto esporádicos como fieles. Suele tener un llamativo mensaje subversivo que critica a la sociedad con ironía e invita a la lucha social, la crítica política o, simplemente, a la reflexión. Sin embargo, existe cierto debate sobre los objetivos reales de los artistas que actualmente intervienen el espacio público y cierta resistencia, en este caso, por parte de las autoridades municipales que no permiten a los jóvenes expresarse libremente en las esquinas de la ciudad.

Recorriendo las calles de Pergamino en nuestro móvil, nos detuvimos en la esquina de Avenida de Mayo e Italia, donde dos jóvenes hacían malabares con machetes para los automovilistas, aprovechando el corte del semáforo.

“Estamos haciendo arte callejero. Es lo que hacemos siempre en todo lados”, comentaron “Coni” Saldivia y Emiliano Correa ante la requisitoria de LA OPINION. 

El joven de 23 años tiene su madre en Pergamino con quien pasó las fiestas de fin de año. “‘Bajé’ para estar con ella, pero ahora me voy para Mendoza y después a Chile a la casa de ‘Coni’”.

Su compañera de aventuras, de 25 años, de nacionalidad chilena, confesó ser psicopedagoga de profesión. “A nosotros desde los 15 años nos enseñan en las escuelas a hacer malabares”, afirmó la joven, que ya recorrió Perú y Bolivia haciendo malabarismo con fuego.

“Un día armé mi mochila, cargué mis ‘juguetes’ -como les llamamos- y me fui de mi casa” -expresó-. Yo lanzo fuego, juego con machetes, pelotas, clavas, también hago monociclo; un poco de todo. Con la calle vas aprendiendo. Aparte soy artesana; trabajo el cobre”.

Emiliano y “Coni” practican arte callejero en Pergamino junto a un joven que baila breakdance, una danza urbana que forma parte de la cultura Hip-Hop surgida en las comunidades afro-americanas de los barrios neoyorquinos como Bronx y Brooklyn en los 70. “El baila acá, pero también es viajero. Ahora se va a La Paz, -agregó “Coni”-. Nosotros venimos bajando de Ecuador. Allí estuvimos en noviembre”.

“Coni” explicó que “a veces nos alojamos en hospedajes, pero en Argentina no se puede. En otros países sí se puede y nos alcanza para poder vivir bien. Argentina es cara”.

Emiliano acotó: “Acampamos en un camping o dormimos en una plaza o en una terminal de trenes, porque los hospedajes cuestan 100 pesos la noche. No podemos hacer esa plata para el hospedaje”.

Contrariamente a “Coni”, que un buen día determinó dejar su profesión y su hogar, a Emiliano la vida le mostró su peor cara desde niño. “Mis viejos se separaron y nos vinimos a vivir a Pergamino. Como mi vieja no me daba bola empecé a agarrar la calle. Me fui a Buenos Aires y empecé a limpiar vidrios. Una vuelta aparecí en Carlos Paz y laburé en un restaurante, pero no me gustó. Tenía un amigo que hacía pelotitas y me puse a practicar malabares y al poco tiempo estaba trabajando en los semáforos. Empecé con dos pelotas y le fui agregando”.

Constanza aclaró que a diferencia del arte callejero el circo es elitista. “Allí trabajan las personas que llevan años y que, por herencia, siguen siendo circenses. En cambio el arte callejero es diferente, se aprende en la calle y es algo que se va enseñando. Es decir, yo aprendo a tirar tres pelotitas y le voy a enseñar a un pibe pequeño. Además los malabaristas tenemos nombres y códigos diferentes a los que utilizan en el arte circense”. 

Emiliano y “Coni” se sienten discriminados en Pergamino porque en varias oportunidades les negaron la posibilidad de expresarse en las esquinas céntricas de la ciudad. “Nos detectan con las cámaras y aparece el móvil del 108 y nos dice que está prohibido hacer esto, y que la próxima nos van a llevar con la Policía y nos van a sacar los juguetes”, sostuvo Constanza. 

“También nos cuestionaron que estábamos jugando con armas blancas, por los machetes que usamos para los malabares, pero no es peligroso porque no cortan”, agregó.

“Un día nos pusimos a hacer burbujas gigantes y nos echaron igual”, acotó Emiliano.

“Ya nos hicimos amigos del 108, porque nos echan, pero 15 minutos después volvemos, y vuelven para echarnos otra vez”.

Vivir fuera del sistema, no solo es consecuencia del llamado capitalismo salvaje o de una situación coyuntural económica del país. En algunos casos es una elección de vida. “Te vas yendo y ya no quieres volver más a la vida ‘normal’. Sientes un desapego por las cosas materiales. Ya no quieres tener una casa, porque para que la vas a tener si al mes siguiente te vas a otro lado”, indicó “Coni”. “Nos metemos al sistema porque necesitamos dinero para poder comprar comida”.

El próximo destino de Emiliano y Constanza es Mendoza, para luego llegar a Chile donde permanecerán un tiempo, con la idea de subir hasta Venezuela. “Está buena la vida arriba, es todo más barato. En Ecuador nos pagaban en dólares en el semáforo. Te hacés 50 dólares en un rato. Además, la gente aprecia más lo que es el arte callejero. Nos gustaría llegar a México porque allí te pagan por hacer ruedos, funciones en las plazas y la gente paga buen dinero porque es algo que no todo el mundo sabe hacer”, concluyeron.